Luego de 60 años de conflicto entre el gobierno comunista chino y la Santa Sede, ambas partes llegan a un Acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos. Ofrecemos hoy un breve análisis para comprender el alcance de este pacto, que logra reunir de nuevo a los católicos chinos.
- El origen del problema. Después de la llegada del comunismo a China, el régimen consideró a Roma y al Papa como influencias externas al país. Por eso, el régimen creó la Asociación Católica Patriótica China en 1957, para coordinar a todos los obispos de ese país.
La situación se tornó crítica cuando esta Asociación nombró obispos sin el permiso de Roma y dando lugar a la llamada “Iglesia oficial”. Esos obispos automáticamente quedaron excomulgados, dando lugar a un cisma.
Esa mismo deseo de control directo del gobierno chino, más allá de las funciones legítimas de los poderes del Estado, hizo que apareciera el fenómeno de la “Iglesia clandestina”, formada por los obispos reconocidos por Roma pero no por el Gobierno.
- La solución provisional. El pasado día 22 de septiembre, la Santa Sede y la República Popular China alcanzaron un Acuerdo provisional, que tiene como núcleo el complicado tema del nombramiento de obispos.
El vocero del Vaticano, Greg Burke, señaló que “el objetivo del acuerdo no es político, sino pastoral, permitiendo a los fieles tener Obispos que estén en comunión con Roma y, al mismo tiempo, que sean reconocidos por las autoridades chinas”.
Este Acuerdo permitirá que desde ahora será el Papa quien nombre a los obispos chinos. Se tratará de un proceso en que el gobierno chino podrá proponer candidatos, que deberán ser aceptados o rechazados por el Obispo de Roma.
Epílogo. En todo pacto de paz cada una de las partes pierde algo para poder ganar lo más grande, recordó el Papa Francisco, con motivo de este acuerdo. Aunque el “precio” fue caro (pedir a la Iglesia clandestina acoger a los obispos oficiales, gesto doloroso para los que tuvieron que resistir la persecución), la ganancia para la Iglesia fue muy grande: garantizar la comunión de todos los obispos chinos con la Santa Sede. Así ha desaparecido el cisma “de facto” que existía en la Iglesia católica china.