Los resultados a grandes problemas utilizando modelos reduccionistas son marginales y de corto alcance. Estos modelos que seguimos utilizando simplifican la realidad para encontrar el elemento diminuto que no funciona y arreglarlo, y fueron los que llevaron en Occidente a un optimismo de la ciencia para sacar a la humanidad ‘del atolladero en la Edad Media’, según Robert M. Sapolsky en su libro ‘El mono enamorado’. Pero ¿estos modelos son útiles, funcionales y válidos en esta era?
Sapolsky, un neurobiólogo de la Universidad de Stanford, expone las diversas posturas sobre el papel de los genes que podrían determinar quiénes somos, nuestras conductas normales y anormales, el desarrollo del cerebro y el cuerpo. En un extremo se encuentran los científicos que, siguiendo el proyecto del genoma humano, creen que esta información podría explicar tanto la parte física como la conducta humana. Pero advierte que seguir este enfoque simple, en esta y otras materias, puede llevarnos a graves desencuentros.
Para el autor, el enfoque reduccionista aportó en el campo de la medicina muchos beneficios, encontrando la pieza concreta que falla en muchas enfermedades y han aportado avances como las vacunas, medicamentos que bloquean la replicación de virus, y muchos otros que nos amplían nuestra esperanza de vida. Sin embargo, para algunos seguidores de este método, se puede encontrar genéticamente la respuesta a nuestras conductas. Sería como traer a la realidad la trama de la película ‘Sentencia previa / Minority Report’, de 2002, con Tom Cruise.
¿Cómo resolvemos nuestros problemas como el empleo, la pobreza, la salud y la seguridad? Por ejemplo, la pieza faltante para dotar de trabajo es encontrar empresas que den empleos, pero poco interesan las características como la rotación, si el sueldo alcanza para una vida digna y si permiten los horarios una vida equilibrada en familia, hijos y ocio.
Medimos la salud con enfermedad y las medicinas son la solución. Poco interesa si los trabajos fomentan condiciones que generan enfermedades como el estrés, las largas jornadas de trabajo que impiden una buena alimentación o contacto con la familia. Con soluciones simplificadas en píldoras, ¿podremos solucionar estos problemas?