En 1949, mi tía y mi tío se mudaron de Minneapolis a esta ciudad en la zona oeste-central de Minnesota, donde comenzaron una pequeña empresa distribuidora de acero. Los visité periódicamente durante 50 años. Un día, hace casi 40 años, mi tía me susurró que había estado en la tienda local de abarrotes y que había escuchado a alguien… “que hablaba español”.
Lo mencionó con asombro, no con maldad, como diciendo: “No vas a creerlo, Tom, pero unos marcianos llegaron a Willmar”. Seguramente fue el primer encuentro que mi tía había tenido con nuevos inmigrantes en su ciudad de mayoría blanca, luterana y escandinava, donde ella y su esposo –dos judíos de Minnesota (conocidos como los “elegidos congelados”)– habían sido los personajes más exóticos durante años.
Jamás olvidé su comentario y, puesto que he estado visitando ciudades en todo Estados Unidos durante los últimos dos años, decidí regresar a Willmar para ver cómo había cambiado desde que mis tíos murieron hace más de una década. Comencé mi recorrido en la Escuela Preparatoria de Willmar, donde el director, Paul Schmitz, empezó mostrándome un enorme mapa del mundo hecho de acero inoxidable en el vestíbulo, con alfileres que representaban todos los lugares distintos de los que provienen los estudiantes.
Al inicio de todos los años escolares, miembros del Consejo Estudiantil suben una escalera para alcanzar el mapa, quitan los alfileres de los graduados y colocan otros para los nuevos integrantes del noveno grado. Ese mapa tiene alfileres de casi 30 países de toda Latinoamérica, el Medio Oriente, Asia y el resto del mundo. Ahora, casi la mitad de la población de Willmar, de 21.000 habitantes, está conformada por latinos, somalíes y un arca de Noé de otros inmigrantes asiáticos y de África del este. Las lenguas habladas en la preparatoria incluyen inglés, árabe, somalí, español y karen (hablada por un grupo étnico de Birmania).
Lo mejor de todo, según me contó Schmitz, es que ¡el mapa fue donado por las personas que habían comprado la empresa acerera de mis tíos!
El lugar común acerca del Estados Unidos de la actualidad es que somos un país dividido entre dos costas, dos costas que son liberalizadoras, pluralizadoras, globalizadoras y modernizadoras, y que en medio está “el Estados Unidos que se sobrevuela”, donde todos votaron por Donald Trump, sufren de adicciones y esperan que regrese la década de 1950.
Eso no es lo que he hallado. Estados Unidos en realidad es una cuadrícula de pueblos y ciudades, algunos de los cuales están mejorando y otros, colapsando, afectados por los opioides, los altos índices de desempleo entre los hombres blancos con menos preparación y un índice de suicidios al alza.