Fui designado para realizar la cobertura de Capitol Hill, en Washington, durante el proceso de impugnación presidencial de Bill Clinton
Frank Bruni
Fui designado para realizar la cobertura de Capitol Hill, en Washington, durante el proceso de impugnación presidencial de Bill Clinton, que fue la última vez que el país estuvo en estos menesteres. Se puso feo y los demócratas y los republicanos se dijeron de todo.
No obstante, Clinton nunca acusó públicamente a sus detractores de traición ni jugueteó con la idea de que uno de ellos fuese arrestado con ese fundamento, como acaba de hacerlo Donald Trump con Adam Schiff.
Clinton y sus defensores invocaron al fantasma de la “vasta conspiración de la derecha”, la infame frase de Hillary Clinton, afirmando con ello que él estaba siendo perseguido por sus políticas, no castigado por sus fechorías. Sin embargo, no insistieron, como Trump y sus defensores hacen de manera rutinaria, en que una parte vital del Gobierno federal era un maligno intento de socavar nuestros procesos democráticos, que es como Trump describe a la comunidad de inteligencia, para llevar agua a su molino.
La estrategia central en tiempos de Clinton no fue hacer estallar una crisis de confianza en las instituciones gubernamentales. Sus defensores no daban el aviso funesto de que, si el presidente caía, se llevaría a todos con él, como, en esencia, está haciendo Trump.
Los Clinton poseían y proyectaban una arrogancia moral que, de manera risible, carecía de sentido en esas circunstancias. Además, ellos y otros demócratas importantes ignoraron la supuesta preocupación del partido por el empoderamiento de las mujeres al atacar salvajemente a Mónica Lewinsky, Paula Jones y otras mujeres que hicieron denuncias sobre las actividades sexuales extramaritales del presidente, incluyendo acusaciones graves de violencia sexual.
No obstante, no equipararon la posible caída del presidente con la caída de la República. No invocaron el apocalipsis absoluto.
Bill Clinton no profetizó que su impugnación conduciría a una especie de “guerra civil” de la cual el país “nunca sanaría”, como hizo Trump cuando tuiteó los comentarios que hizo un pastor evangélico en Fox News en ese sentido.