El Gobierno de Ecuador no tuvo otra alternativa, después de 12 días de protesta por parte de los movimientos indígenas, que derogar el decreto que eliminó el subsidio a los combustibles
Pedro Jáuregui
La decisión la tomó el presidente Lenín Moreno ante la imposibilidad de imponer el orden en Quito, la capital del país, toda vez que los grupos indígenas le recordaron que ellos son los que mandan y que él es un empleado del pueblo, no su verdugo.
Moreno, en un afán de demostrar que él es quien manda, le propuso a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) la conformación de una comisión que trabajará en la elaboración de una nueva norma para sustituir el texto derogado.
Lo anterior fue una salida que salvó el honor del mandatario, lacerado por los últimos acontecimientos, y que demostró el poderío de la comunidad indígena, que es similar a la de Bolivia. En el otro lado de la moneda están los indígenas de Colombia y Venezuela, que son maltratados, explotados y hasta asesinados por los respectivos Gobiernos o por quienes se mueven con el contubernio de sus gobernantes.
Cuando se dice asesinar, no se quiere decir que es solamente a punta de pistola que se les quita la vida, sino a través de otros medios como no suministrarles los medios necesarios para vivir dignamente, lo que los obliga a salir de su territorio y a mendigar un trozo de pan en zonas urbanas o buscar los alimentos entre la basura.
A lo anterior se agrega no tener lo mínimo de asistencia social en salud, educación y al desalojo de sus territorios o muerte cuando se niegan a salir del territorio que heredaron de sus ancestros.
Hablando de verdugos de sus países, Colombia tiene el suyo, y es el inteligente ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, que en su afán de conseguir recursos para bajar el déficit en lugar de proponer bajar los gastos de burocracia lo que hace es montar más impuestos que favorece a los industriales y entidades bancarias en detrimento de las clases sociales de menos ingresos.