Thomas L. Friedman
El iraní Qasem Soleimani era un generador del caos en el Medio Oriente. El modelo que seguía era sencillo: ir a Siria, Líbano, Yemen e Irak para reclutar a chiitas árabes dispuestos a matar a sunitas árabes (y de paso a algunos estadounidenses e israelíes) y crear en los países árabes vecinos pequeños Estados partidarios de Irán que le ayudaran a debilitarlos desde el interior. Seguí de cerca las actividades de este hombre, así que puedo decirles con conocimiento de causa que nadie debería lamentar su muerte.
Entonces, se preguntarán por qué cuestiono que asesinarlo haya sido la medida más sensata. Sencillamente porque se hizo sin ningún marco estratégico o moral claro y, si algo he aprendido gracias a la cobertura que he realizado de las intervenciones estadounidenses en Líbano, Irak y Afganistán, es que cuando los Gobiernos no se ven obligados a responder preguntas difíciles del exterior sobre sus conceptos estratégicos y morales (cuando evaden las preguntas, so pretexto de que quien las hace es poco patriótico), los análisis internos del Gobierno se hacen con total descuido, se manipula la información y surgen los problemas.
Nunca hay que dar por hecho que quienes están a cargo saben qué hacer solo porque están a cargo.
¿Cuál es el marco estratégico del presidente Donald Trump? Un buen día, sin siquiera consultar a sus aliados o comandantes, ordenó la salida de los soldados estadounidenses de Siria, donde no solo actuaban como una barrera vital para evitar que Irán construyera un puente terrestre hacia Líbano, sino que eran una fuente clave de inteligencia. Al hacerlo, abandonó a nuestros aliados más importantes en la lucha contra el Estado Islámico: los kurdos de Siria, quienes además creaban una isla de decencia en la región, donde lo más que podemos esperar es que existan islas de decencia.
Por si fuera poco, solo unas cuantas semanas después Trump ordenó el asesinato de Soleimani, lo que ocasionó que debiera trasladar más soldados a la región y decirles a los iraquíes que no vamos a retirarnos de su territorio aunque su Parlamento haya votado a favor de expulsarnos. Para colmo, ese asesinato propició la reanudación del programa de armas nucleares de Irán.