Quien nació en 1900 y murió en 1970, vivió desde la época de los carruajes tirados por caballos hasta la era del hombre en la Luna.
David Brooks
Hace unos meses, el analista económico Noah Smith señaló que el avance científico es como extraer minerales. Encuentras una veta que consideras prometedora. Te arriesgas e inviertes fuerte. La exploras hasta que ya no da más.
El problema ha sido que, en realidad, a lo largo de las últimas décadas tan solo unas pocas vetas han rendido frutos y han cambiado vidas. Sin duda, los descubrimientos en la tecnología de la información han sido enormes: el internet y los teléfonos inteligentes. Gracias en parte a la inversión pública, la innovación en las energías limpias ha sido veloz y abundante. El precio de los paneles solares se ha reducido un 99,6 por ciento desde 1976.
Sin embargo, los avances que han logrado alterar nuestras vidas, aunque siguen siendo significativos, son menos de los que solían ser. Quien nació en 1900 y murió en 1970, vivió desde la época de los carruajes tirados por caballos hasta la era del hombre en la Luna. Vio el uso generalizado de la electricidad, el aire acondicionado, la aviación, el auto, la penicilina y muchas cosas más. No obstante, si nació en 1960 y vive hasta el día de hoy, la experiencia de conducir y volar es más segura, pero, aparte de eso, es la misma y la cocina, si quitamos el microondas, en esencia no ha cambiado.