Claudio Sarmiento
La pobreza se puede definir a través de la accesibilidad. Uno de los temas centrales del urbanismo, la pobreza no sólo es sinónimo con niveles de ingreso. En la última década, la ONU la ha definido de manera multidimensional, considerando el acceso de las personas o grupos sociales a la salud, educación y bienestar. Esta falta de acceso se puede traducir en la privación de servicios básicos como agua potable, vivienda, alimentos e información, pero también a la exclusión, limitación, diferenciación, infortunios o falta de garantías que impiden que un ciudadano tenga una participación significativa y positiva en la sociedad.
En el diseño urbano, hablamos de accesibilidad (universal) para referirnos a la capacidad de la infraestructura de ser útil para todo usuario. Sin embargo, en términos de planeación urbana, la accesibilidad describe la capacidad de toda persona para acceder a la ciudad. Estas acepciones están relacionadas a través del espacio urbano, el cual no solo debe facilitar el acceso a las oportunidades sociales, económicas, políticas y ecológicas sino que debería potenciar las capacidades de las personas sin importar su estatus social o “liquidez” financiera. Ningún ciudadano tendría que depender de tiempo, recursos o activos adicionales e inmediatos para poder llegar a un destino en la ciudad, por ejemplo. Así, una ciudad que privilegia el acceso a equipamientos urbanos para grupos adinerados que pueden recorrer grandes distancias en automóvil es una ciudad pobre.