Intempestiva es cómo podemos clasificar la jornada electoral que Morena vivió a nivel nacional, la renovación de sus consejos estatales. Revivieron a viejos conocidos de la política, desde los ya conocidos chapulines, que chamuscados de otros partidos vieron la oportunidad de afiliarse al partido obradorista, hasta personalidades que tienen en su trayectoria estadías en la cárcel. También fuimos testigos de las clásicas juanitas y juanitas, quienes ocuparán un lugar en el máximo órgano rector de Morena, siendo portavoces de viejos cacicazgos.
Este fin de semana pasado, vi con tristeza cómo un proceso que debió ser regido por la conciencia ciudadana se vio contaminado por el acarreo, la coacción y la compra del voto, tanto de personajes externos como de personas que pertenecen al partido desde hace tiempo. Hubo desde las clásicas despensas hasta pagos de entre 200 y mil pesos por voto; sin embargo, para muchos no fue suficiente, ya que hubo varios casos donde la voluntad de la militancia se hizo sentir y respaldó a las candidatas y los candidatos que emanan del trabajo de base.
Hoy, las consejeras y los consejeros electos tienen la misión de hacer a un lado sus diferencias y construir un Comité Ejecutivo de unidad; en particular, aislar a los personajes que públicamente son ubicados como indeseables y que llegaron gracias a las mismas prácticas que, como partido movimiento, hemos combatido desde hace varios años. En Querétaro el pronóstico es reservado, aunque lo único seguro es que será una mujer la que encabece la dirigencia, dejando a un lado a dos aspirantes que aseguraban ser los elegidos por el presidente nacional, al grado de que en complicidad borraron de la lista de aspirantes a fundadores del partido, para aplanar su camino a una dirigencia que no será de ellos.
Tiempo al tiempo, en dos semanas sabremos si ganó la democracia o pereció en el intento por gobernar un partido que busca transformar la vida pública de México.