Alejandro Gutiérrez Balboa
Profusamente ha circulado en los medios el mapa que pinta a la mayor parte de América Latina gobernada por la izquierda, luego de los resultados de la segunda vuelta electoral en Brasil, el pasado 30 de octubre. Ávidos y presurosos, los gobiernos de esta tendencia han manifestado su placer por el regreso de Luiz Inacio Lula da Silva. La realidad no es tal como la han querido pintar.
Al margen de las protestas que se están llevando a cabo por parte de los simpatizantes del aún presidente Jair Bolsonaro, que alegan fraude electoral (los populistas, del signo que sean, tienen este recurso en su ADN) y los llamados a las fuerzas armadas para impedir el regreso de Lula, existen una serie de razones para clarificar que Brasil no caminará ciertamente a la izquierda. Al menos, no en la intención de Lula.
Primero, Brasil está partido en 2. Lula ganó por un muy estrecho margen, apenas el 1.8% de los votos; todas las encuestas fallaron. Esta diferencia en los resultados es la más corta desde que Brasil retornó a la democracia en 1980. Pese a su discurso de gobernar para todos los brasileños, lo cierto es que casi la mitad de ellos lo rechaza y no olvidan sus corruptelas que le llevaron a la cárcel.
Segundo, Lula tendrá un Congreso contrario, así como la mayoría de las gubernaturas, por lo que se verá obligado a negociar y a ceder en su programa de gobierno. En efecto, en la Cámara de Diputados, el partido de Bolsonaro tendrá la mayor bancada, 96 de 513. Los demás están repartidos entre las decenas de partidos, la mayoría de centro derecha o derecha. Lo mismo en el Senado, que renovó un tercio de los escaños; Bolsonaro tendrá 14 de 81.
En lo que hace a las gubernaturas, de 27 sólo 4 han quedado en manos de los partidarios de Lula, 11 posiblemente puedan ser aliados, lo que habla de que tendrá una importante oposición.
Tercero, el sistema político brasileño también se encuentra bastante dividido; las fuerzas armadas simpatizan en lo general con Bolsonaro, siendo uno de los factores que le llevaron al poder. En el Poder Judicial ocurre lo mismo, aunque con una leve tendencia hacia Lula.
El ya viejo Lula (77 años) no tendrá el poder ni la libertad para hacer lo de sus tiempos pretéritos, cuando dejaba pasar y se beneficiaba de negocios corruptos, o cuando fundó con Fidel Castro el Foro de Sao Paulo. Brasil no será de izquierda.