Javier Esquivel
Hasta Jano, ese personaje de la mitología de la Antigua Roma que es recordado por tener dos caras contrapuestas que miran en direcciones contrarias, hubiera palidecido al ver la transformación de los rostros y posiciones contradictorias de los dirigentes de los partidos de oposición en México.
Legisladores de todos los partidos políticos- con excepción de Movimiento Ciudadano- mostraron un rostro diametralmente opuesto y contrario a la bandera ciudadana que momentáneamente pretendieron enarbolar en meses anteriores.
En esta nueva faceta, manifestaron tener una sólida unificación de criterios para limitar las atribuciones del Tribunal Federal del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Azuzaron ser una fuerza mayoritaria de compuesta en su mayoría por hombres opositores y oficialistas.
Uno de los puntos nodales de la reforma: Trasladar hacia el Congreso de la Unión la potestad de normar acciones afirmativas que garantizan el acceso de los grupos vulnerables, mujeres, indígenas, migrantes, afrodescendientes e integrantes de la comunidad LGBTTI a los cargos de elección popular.
Desplazar al TEPJF, que con sus resoluciones ha vigilado y asegurado que los partidos cumplan con criterios de inclusión, fue la intención primaria de las cúpulas partidistas, además de impedir que magistradas y magistrados ejercieran las facultades interpretativas de la ley electoral.
Con esas intenciones regresivas, trasmutaron la primera cara amable del Jano, aquella con la que se presentaron meses anteriores, con la que prometieron al electorado formar un bloque para frenar todo intento de modificar la Constitución en perjuicio de las instituciones del país.
Olvidaron ese rostro, apacible y bonachón con el que ofrecieron ese acuerdo de moratoria constitucional, que más tarde se violaría sin pudor y sin pena.
Esos, los encarnados rostros afables, disfrazados de ciudadanía, vestidos de rosa y con sombreros de palma, olvidaron que marcharon por las avenidas más importantes del país con la consigna de defender a las instituciones electorales. “El INE no se toca”, gritaban con vehemencia.
Mostraban su talente al sol, miraban de frente con esos gestos de héroe que busca defender a su protegido. Sus ojos ávidos se afanaban en encontrar la lente periodística que los inmortalizara en una imagen de abrazos con la gente independiente y sin partido de la ciudad.
Sin embargo, ese rostro en los últimos días se transformó, se presentaba la cara mala del Jano; esas miradas antes amistosas, se convirtieron hoy en vistazos esquivadores. Ellos, portadores de un nuevo rostro, rehuían a detenerse, a dar una entrevista de frente las y los reporteros que les cuestionaban su actuar.
Así, con la mirada del Jano que busca venganza contra el Tribunal por agravios a los intereses de permanecer inamovibles en sus dirigencias, su voceros y operadores deambulaban por las comisiones de trabajo y por los pasillos legislativos.
Sin embargo, la presión social, la defensa de legisladoras que sin mirar los colores de sus partidos e ignorando indicaciones de sus líderes, se pronunciaron por la rebelión. El costo electoral de una decisión de ese calado transmutó nuevamente al otro rostro del Jano derrotado.
Ahora, el Jano mexicano se presenta ante los medios con el argumento de ser sensible a las demandas de la sociedad y de priorizar las acciones afirmativas y de no vulnerar al sistema institucional electoral. No obstante, hoy sabemos que pasadas las elecciones puede aparecerle de nuevo su verdadero rostro.
@javoesquivel