Javier Esquivel
Todo mundo pensaría que en una campaña presidencial en México o en América Latina siempre hay un equipo escrupuloso y profesional de asesores de campaña que vigilan celosamente todos los detalles para que no haya lugar para la improvisación o cabida para un acto o escenario no previsto, sin embargo, eso no es así.
En días anteriores fuimos testigos de algunos momentos memorables en los cuales la y los aspirantes presidenciales en México se vieron comprometidos y fueron mal valorados ante la opinión pública por sus declaraciones ante representantes de los medios de comunicación.
En el primer caso, el excanciller mexicano fue blanco de críticas al responder de manera espontánea con enojo a la pregunta incómoda de una reportera incisiva en conocer los temas de la sucesión presidencial.
–¿De qué medio vienes? – concluyó con una irónica interrogante fuera de lugar y enfadosa el breve intercambio de palabras con la representante del medio de comunicación.
Es bien sabido que, al hoy segundo lugar en las preferencias electorales del oficialismo, no le es difícil perder la sonrisa populachera y las muecas graciosas que usa cuando baila para sus redes. –Ya desquitaste tu sueldo, déjanos trabajar- fue un segundo episodio en que el aspirante respondía a sus interlocutores.
Por otro lado, en la oposición, el todavía presidente de la Mesa directiva de la Cámara de Diputados durante una gira por el Estado de Querétaro, se enfrascó en una conversación estéril, pero viralizable en redes sociales con un reportero que le evidenciaba no saber ni el costo del peaje México-Querétaro o los montos precisos de sus actividades proselitistas en la entidad.
– ¿Quieres que te diga cuánto se gastaron las llantas de la camioneta, eso quieres? – frase interrogante e irónica con la que el diputado replicaba al reportero portador de una sonrisa entre espanto y de malicia.
Cabe recordar que en días pasados el legislador hizo gala de un histrionismo discursivo poco utilizado en sus intervenciones públicas, lo cual le mereció, también, no solo el asombro de sus seguidores, si no la crítica de sus adversarios.
En esa misma tesitura, la puntera de las simpatías electorales dentro de su partido y a nivel nacional, ofrecía, en un ambiente más controlado, una entrevista a un medio de comunicación local.
En el intercambio de preguntas y respuestas iniciales la exjefa de gobierno de la Ciudad de México, lucía incomoda, pero precisa y ecuánime en sus primeras réplicas a pesar de los cuestionamiento álgidos y desazonados de un reportero que busca encontrar en las respuestas de la presidenciable un titular que le diera exclusiva y por supuesto, ganar para él mayor visibilidad en su gremio.
Sin embargo, la conversación se tornó viral en el momento en el que ella, con toda claridad, expresó: – ¡Cuánta agresividad en las preguntas! -.
A pesar de que la precandidata no perdió la compostura, ni cambió el tono de la voz y solo señaló lo que creyó que era justo, lo que percibía y sentía con honestidad en ese momento fue vapuleada en redes sociales.
Finalmente, el vicepresidente y candidato a ocupar la primera posición del Poder Ejecutivo panameño, en un acto de valentía o ingenua insensatez acudió sin ser invitado a un programa de televisión para reclamar y debatir de todo y nada con una de las más famosas y prestigiadas presentadoras de ese país.
Para el programa de noticias fue redituable, nadie desprecia el rating de un acto mediático o de un show inesperado. Empero, para el aspirante no lo fue; ni subió sus desgastados niveles de popularidad por la desaprobación de su gobierno, ni mejoró el índice de sus preferencias electorales.
Esta serie de eventos demuestra que ni aun en las campañas presidenciales se presta la atención necesaria a la preparación estratégica de cada encuentro mediático de las posibles jefas o jefes de Estado y, que la improvisación de los gabinetes de prensa electoral evita que se prevean escenarios que pueden ser decisivos en un proceso comicial.
Menospreciar la capacitación de las y los candidatos o confiar que un presentador de noticias o exreporteros planificadores de entrevistas son el mejor camino para aumentar niveles de conocimiento, aceptación e intención de voto, es como claramente describimos y documentamos, un error suicida.
Todo diseño de estrategias mediáticas para campañas presidenciales implica conocer de los intereses de cada medio, pero obligatoriamente requiere de un profundo conocimiento, experiencia de tácticas electorales y de rentabilidad mediática.
Hoy en las presidenciales de países como México y Panamá se olvida que las entrevistas no son para responder preguntas si no para ganar credibilidad, confianza, cercanía, contrastar, atacar a la estrategia del adversario, pero sobre todo para sumar o restar votos, según convenga.
Toda campaña presidencial implica no solo contratar al consultor de renombre sino a las y a los mejores de cada campo de la batalla electoral.
Es tiempo de la estrategia, estamos en campaña.
@javoesquivel.