Javier Esquivel
Cuál verdugo malévolo encargado de llevar a cabo la ejecución de una persona condenada, los resultados de una sola encuesta interna serán el mecanismo que de fin a las aspiraciones presidenciales de todas las personas que hoy compiten por el máximo cargo de elección popular en México.
A pesar del trabajo antes realizado -en todo un sexenio- por parte de las y los presidenciables, será un solo mecanismo y requisito -no auditable, no apelable y poco confiable-, el que defina todo.
De nada habrán servido las estrategias de comunicación política en redes sociales, en medios de comunicación y territorios de mayor rentabilidad electoral o el recolectar más de 1500 firmas si todo se circunscribe en la suspicacia de un ejercicio demoscópico.
Tampoco habrá sido útil, renunciar con antelación a dirigir el Senado, la Cancillería mexicana, y el máximo órgano de gobernabilidad del país si todo se resume al resultado de un ejercicio de opinión pública cuantitativo de 4 preguntas abiertas y de opción múltiple para responderlas.
Poco habrá servido haber encontrado y diseñado tácticas que permitieran capitalizar los escollos del marco legal y de la propaganda político electoral si el destino de toda una trayectoria política se definirá por medio de un instrumento que medirá únicamente nivel de conocimiento y popularidad personal en el momento de su aplicación.
Para muchas personas aspirantes, quizá, sea su última y única ocasión para alcanza la postulación presidencial. Muchas de ellas por la edad o por la coyuntura política electoral tendrán solo esta oportunidad.
Las reglas que fueron aceptadas tanto por oficialistas como opositores definen a la encuesta como la aduana más difícil de vencer. Ellas y ellos avalaron que sus destinos electorales fueran determinados y sentenciados por la medición de su popularidad.
Justo por esa misma razón, las dirigencias partidistas u órganos de selección interna -de los dos bloques aliancistas en México- debieran dotar de transparencia y claridad todo el proceso, pero sobre todo dar certidumbre, certeza y rigor metodológico al estudio de opinión pública que definirá la nominación presidencial.
Hasta el momento los partidos no han tenido esa capacidad y eficiencia comunicativa para hacer transparente y entendible todo el proceso de selección interna para lograrlo.
En el oficialismo se reduce como medida de blindaje -a toda la fase interna preparatoria a una campaña presidencial y de continuidad a la Cuarta Transformación- a un par de encuestas espejo, el cual a todas luces será insuficiente como para dar respuesta a las posibles inconformidades en los resultados.
En la oposición, el proceso de selección de aspirantes ha sido aún más complicado no solo para llevarlo a cabo, sino también para comunicarlo.
Iniciaron con procesos de inscripción simulados de ciudadanía. Hoy solo uno de sus aspirantes con esa calidad sigue en la batalla imposible de recolectar firmas.
El proceso de enrolamiento vía digital para registrar las firmas, es complicado sobre todo en el interior del país sin acceso a internet o a dispositivos electrónicos óptimos. El mecanismo no contempla ni garantiza la protección y salvaguarda de los datos personales después del proceso o la elección presidencial.
En suma, las y los aspirantes de todos los partidos dependen de una simple, pero poderosa encuesta de pocas preguntas para lograr la postulación política de sus vidas como candidatas y candidatos presidenciales, elemento vital no detectado y nulamente comunicado a la inmensa mayoría de simpatizantes.
En el ámbito local las cosas no son tan diferentes. En el oficialismo las postulaciones para las gubernaturas, diputaciones, senadurías y presidencias municipales que estarán en juego en 2024, serán por el mismo método: Encuestas verdugo.
Por parte de la oposición, la selección y postulación de candidatas y candidatos no presidenciales será a través de los viejos métodos utilizados por el Frente Amplio en procesos electorales: En lo oscurito.
Con estas reglas del juego, todas aquellas personas que intenten conseguir una postulación, sin equivocación deberán aumentar su popularidad más que edificar una propuesta de política pública o una robusta agenda legislativa.
Es tiempo de conectar, comunica y convencer; estamos en campaña.
@Javoesquivel