Roberto Mendoza
Septiembre es un mes dramático para los mexicanos, es el mes de la celebración de la independencia y del miedo a que tiemble. Hasta hace unos años la celebración de la independencia era una fiesta nacional que iniciaba desde la última quincena de agosto y culminaba el 15 por la noche en el zócalo y en miles de celebraciones a lo largo y ancho del país, era el mes de adornar tu casa, de sacar las banderas, de poner algún adorno a tu auto, en tu oficina, era el mes de reunión de amigos y familiares, de la comida rica que en su mayoría te engorda pero te hace feliz, es el mes en donde todos éramos un poquito hermanos, donde podías tomar una cerveza o un tequila con quien sea, un mes de todos los mexicanos, comparada quizá con la celebración de la Navidad, pero esta era mejor, porque el regalo lo disfrutábamos todos: nuestra libertad, identidad y unidad.
Poco a poco se está perdiendo la celebración de nuestra independencia, un hecho significativo en todos los países del mundo, porque la libertad siempre es importante. Es una muestra de nuestro humor social, es verdad que hubo mucha gente en las calles del zócalo de la capital, pero es innegable que nadie de esa gente estaba en contra del régimen, nadie de la gente que fue a este último grito fue a disentir con el presidente y sin problemas celebrar el grito con toda libertad, como había pasado en otras épocas, esta vez, no hubo gritos de quejas contra el presidente, en ese zócalo ninguno se atrevió a una rechifla, porque el presidente divide y exhorta a la violencia contra quien no piensa como él.
Hubo lugares VIP en varias zonas del zócalo, para ver a los cantantes y agrupaciones que según las encuestas de la presidencia son los más famosos entre los seguidores del señor Obrador. Lo que no hubo fue representantes de los otros dos poderes de la nación, la celebración, no se ha privatizado, pero si se ha fraccionado, politizado, es la máxima muestra de la polarización que vivimos. Si no estás a favor de este régimen, ni vayas al zócalo, tú no estás invitado, eso incluye a los ministros de la corte, a los diputados de la oposición y a todos los que nos decepcionó el inquilino de palacio.
¿Por qué el presidente necesita de un gran foro de adoradores donde no cabe la crítica, ni el disenso? ¿Acaso el presidente teme verse a sí mismo desnudo si es lastimado con el férreo mazazo de un poco de saliva? ¿No eran acaso sus seguidores, los que con toda libertad le recordaban la mamá de los tres presidentes anteriores y nadie, ni los censuraba, ni los agredía? ¿Por qué los defensores del presidente pretenden decirnos cómo nos debemos comportar de frente a la realidad que nos aplasta, qué nos deja pocas opciones? ¿Por qué oímos a la cantante estadounidense Eydie Gormé en la celebración?
Es mentira que el grito de nuestra independencia se lo haya apropiado el presidente, es triste sí, ver que los espacios de libertad se reducen, pero todavía tenemos nuestra casa, en nuestro espacio vital podemos seguir gritando como queramos, el presidente no puede adueñarse de nuestra voluntad, ya se ha adueñado de muchas cosas, pero seremos siempre libres en nuestro corazón. Hoy más que nunca el señor Andrés Manuel ejerce con toda fuerza su poder político, impulsa su voluntad, su nepotismo, su corrupción, sus ocurrencias. En un momento dado, si logra triunfar, si su candidata gana y logran el control del Congreso, días antes de la entrega del poder, del verdadero poder, no una ridiculez que denigra a los bastones de mando, podría alcanzar un nivel nunca antes visto de control político. Si ese día llega estaremos en peligro, nuestro espacio vital se podría reducir, nuestra voluntad podría quedar trastocada, tenemos muchos meses para impedirlo, no por egoísmo, soberbia o moral, hagámoslo por nosotros y por las siguientes generaciones, este país no es de uno y sus seguidores, es de nosotros.