Roberto Mendoza
Todas las campañas presidenciales de los últimos 36 años han sido inéditas, importantes, trascendentales y únicas, antes de las elecciones de 1988, el país prácticamente pertenecía a un solo partido y el candidato que este proponía era sin duda el presidente. Los debates entre candidatos a la presidencia vinieron hasta las elecciones de 1994, la elecciones libres y ciudadanizadas hasta el 2000, es decir, apenas tenemos 24 años de que somos una democracia a toda regla.
El gobierno actual pretendió poner a su favor, el órgano ciudadano electoral cuando se propuso decidir quien fuera su consejero presidente, no pudo. El presidente ha recibido regaños y hasta sanciones de este instituto por intervenir en el proceso electoral e intentar construir la percepción de que la candidata del partido al que pertenece es la opción por la que el pueblo debe votar, mediante una especie de destino manifiesto, esto es ilegal y además obscenamente inmoral.
Hay una serie de hechos a considerar sobre el momento de este debate, una crisis internacional con un país que siempre había sido aliado y que se derivó de los dichos del presidente, una grave crisis de seguridad que toca a todos los mexicanos, terror en las campañas, sobre todo en las locales, además en las carreteras, los comercios y la vida diaria, una crisis de mal funcionamiento de las mega obras y negocios gubernamentales, una guerra sucia electoral que ha enlodado y bajado el nivel de las campañas a chismes sobre los hijos de ambas candidatas y del presidente y de manera anecdótica, el lunes hubo un eclipse en el país ¿Será este fenómeno cósmico de buen o de mal augurio?
En el primer debate vimos un formato que aprovechó la candidata del oficialismo, se preparó con su tono metódico y falto de sentimientos, no defenderse ante los señalamientos de su principal adversaria, logró que no hubiera el tan anhelado debate de ideas. Previó que la iban a atacar y no buscó la confrontación, no se mostró enojada, sino indiferente, distante, logró que sus respuestas fueran monótonas, parece que es cierto, es una persona que tiene corazón frio; no expresó, ni pasión, ni pesar, nada logró conmocionarla frente a las muchas acusaciones de Xóchitl Gálvez.
Gálvez fue incisiva, pero no se fue a fondo, no trajo con ella nuevas cosas para delatar a Claudia. lo que señaló ya se ha denunciado antes y nada ha terminado por minar a su contrincante, al no aportar nada nuevo y que sus invitados quedaron afuera del debate, no alcanzó a poner en problemas serios a la representante del régimen.
La planificación, producción, organización y los conductores del debate lograron que las dos horas que duró este intercambio fueran eternas, se buscó en el formato y lo consiguieron, matar los momentos dinámicos, que no se pudiera debatir, que no se tuviera tiempo suficiente para argumentar una buena solución a los planteamientos de la ciudadanía, el tema del reloj se convirtió en un asunto que terminó politizado, el debate se sintió largo, porque aburrió hasta el hartazgo.
Esto que vimos, fue un aviso de cómo será el gobierno de la señora Sheinbaum, si es que gana la presidencia, indiferente, evasivo, insensible, poco activo. Probablemente sea ese el destino del país, vivimos hoy bajo una administración de ocurrencias, si logran mantenerse en el poder, la próxima será una administración de imposiciones, donde la respuesta que tendremos será el desapego y el desdén. Piénselo el próximo 2 de junio.