El pasado 17 de octubre, representantes del Gobierno de Nicolás Maduro firmaron dos acuerdos con la oposición venezolana, ante testigos de Barbados, Colombia, Estados Unidos, México, Noruega, Países Bajos y Rusia. Por ellos, se comprometía a promover los derechos políticos y las garantías electorales para todos.
A cambio del compromiso, los Estados Unidos liberaron en diciembre a Alex Saab, un negociante colombiano que junto con tres hijastros de Maduro se hicieron ricos lavando activos para Maduro, exportando de manera ficticia alimentos a Venezuela. Saab ya había hecho millones de dólares con Hugo Chávez.
Previamente, el Gobierno de EUA había liberado a dos sobrinos de Maduro detenidos por narcotráfico. Por si fuera poco, Washington liberó por seis meses las sanciones a las exportaciones venezolanas de hidrocarburos, gas natural y oro. Todo, para facilitar las elecciones generales que serán el segundo semestre de este año.
La respuesta venezolana se dio la semana pasada, el viernes, cuando el Tribunal Supremo de Venezuela inhabilitó de ocupar algún cargo público a María Corina Machado Parisca, quien había triunfado por la alianza opositora en las primarias celebradas en octubre. Machado iba a ser la indudable ganadora en las elecciones presidenciales y a ello se debe la medida. Todos los poderes en Venezuela se encuentran en manos de Maduro.
La respuesta norteamericana ha sido la de darle al Gobierno venezolano “hasta abril” para que habilite a Machado, pero ya ha estado implementando la deportación masiva de refugiados venezolanos en el país del norte. No hay que olvidar que desde el chavismo han salido de Venezuela alrededor de la cuarta parte de su población y que Colombia es el mayor receptor de migrantes venezolanos.
Cuando se requiere de mano firme contra un sanguinario y corruptísimo tirano, el anciano Joe Biden “analiza” las sanciones y medidas por tomar. Pero si pierde las elecciones en noviembre, existe la amenaza de que llegue un Trump que ya está anunciando deportaciones masivas, cierre de fronteras y que tampoco va a hacer nada por terminar la tiranía de Maduro. Si a alguien le interesa y le urge que gane Trump, es a su amigo Vladímir Putin, el más sólido sostén de Maduro.