Los Blanchet/Caldo de Cultivo
Se dice que una buena película es aquella que cuenta una historia interesante y original, sacada de la realidad o de la imaginación, pero una buena historia, por supuesto, enmarcada por una adecuada producción y actuación.
La gran ganadora en la entrega de los premios Oscar del pasado domingo fue la película Oppenheimer, que narra el drama del físico norteamericano Robert Oppenheimer en su asignatura por parte de los militares para unirse al equipo de desarrollo de la bomba nuclear y su posterior nombramiento como líder del proyecto, con el consecuente logro del objetivo y las implicaciones morales y éticas implícitas en el hecho de sacrificar más 100 mil vidas japonesas inocentes en aras de finiquitar una guerra que probablemente dejaría una cantidad mayor de vidas perdidas de no concluirse.
Y no sólo eso, la carrera por la bomba atómica ya había comenzado años atrás y era muy claro que el primer país en obtenerla ganaría esta y cualquier guerra, claro, en lo que las otras potencias se pusieran al día en materia nuclear.
Ochenta años después el mundo continúa viviendo dramas dignos de contarse, producto de la ignorancia, la intolerancia y la belicosidad que caracteriza a nuestra especie.
México no está al margen de esta situación y, como cada inicio de siglo, vive un nuevo capítulo de violencia y confrontación. En el futuro, quien escriba el guión de la película histórica sobre el México de estos tiempos, tendrá a su disposición todos los ingredientes necesarios para construir, sin problemas, su épico relato: demagogia, traición, venganza, división desde el poder, engaño, muerte, crimen, autoritarismo, pobreza, ignorancia, cinismo, resistencia y un larguísimo etcétera.
Ah, y también conocerá el resultado de las elecciones de este año, en las que nos jugamos el todo por el todo y estaremos escribiendo, con nuestra acción u omisión, el final de esa producción fílmica del futuro.
De Oppenheimers
La nota graciosa la dio el periodista argentino Andrés Oppenheimer en su cuenta de X, en la que agradeció, divertido, las felicitaciones recibidas por el triunfo del filme que lleva su apellido, aclarando que él no es el personaje de la película y que no tiene relación familiar ni de ninguna otra naturaleza con el personaje real, pero que está feliz porque millones de personas aprenderán a deletrear su apellido.
La Jerga Roja
El pasado domingo fue día de gala para mí, primero, porque decidí no hacer ningún tipo de labor doméstica en mi santo hogar, porque por costumbre, el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), suele aflorarme justo el séptimo día de la semana. En segunda porque se transmitió la entrega de los Oscares, la cual no me pierdo por nada. Muchos podrán considerarme una persona banal (sólo poquito), por interesarme en el desfile en la alfombra roja, donde se pavonea gente bonita, famosa, talentosa, con dinero, que pretenden (y lo logran), ser reconocidos a nivel mundial por su trabajo. ¿Así o más envidia? Aunque no sólo es eso. Recordemos que el mundo del séptimo arte nos arroja a las fantasías de la infancia, donde se cuentan y plasman historias nuevas o hechos reales e históricos, haciéndonos conectar con nuestras emociones a lo largo de cada filme acompañados, por supuesto, de una buena dosis de maíz reventón y saludables refrescos de cola.
En esta 96a. edición de Los Oscares el glamour, como es costumbre, se manifiesta con todo, comenzando desde la Red Carpet. Ahí, los conductores y reporteros, enviados especiales que también se apersonan bien guapos, bañados, desparasitados y le cascan al inglés, son los primeros que la abarrotan y gritan desesperados para que esos personajes inalcanzables de la pantalla grande, que desfilan como pavo reales, les dirijan una pequeña mirada para hacerles la noche y la nota. Situación que me corroe de envidia, porque no me mandan a cubrir tan magno evento y sólo desde mi televisor pretendo dirigir lo que deben de hacer cuando de milagro alguno de ellos logra la atención de cualquiera de esas luminarias después de haberse desgañitado y hecho señas con el micrófono moviéndolo como “pon pon” de porrista, y lo único que atinan a preguntarle es: ¿quién te diseñó el vestido? ¿Really?
En lo personal, lo que menos me importa es la marca de su vestido, créanme que no voy a salir corriendo a comprarme un Gucci, porque para empezar no me alcanza y ¿para qué lo utilizaría? ¿Para salir a dar la vuelta a la Alameda? Aunque confieso que sí uso ropa de marca: se me marca el resorte del calzón y del sostén. Pero volviendo al tema, lo que me interesa es: ¿qué película protagonizaron y si están nominados? Porque, confieso, me perdí la mayoría de ellas y caigo en la cuenta de que no soy tan cinéfila como presumo.
Le esperamos hoy miércoles a las 9:00 de la noche en la KJeta por el Canal 10 de RTQ en señal abierta y de cable, y por streaming en rtq.mx. También le recordamos que tenemos una cita la próxima semana aquí…para echarnos otro caldito.
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