Los Blanchet
Desde pequeño, y proviniendo de una familia católica, crecí con la convicción de que los pecadores, los oscuros, recibirían su castigo tarde que temprano de manera inevitable, ya que el Creador (juez omnipresente e incorruptible) tomaba nota puntual de cada hecho en la Tierra para así aplicar la sanción correspondiente, o bien el premio a esas almas bondadosas y fieles al dogma religioso. En el Oriente, el karma sería el mecanismo justiciero e inescapable que da a cada quien lo que merece con base en su actuar.
Pero pronto me di cuenta de que la aplicación de la justicia divina no solo no era expedita, sino que no funcionaba de forma pareja para todos: grandes villanos y asesinos de la historia murieron sin pagar ni la décima parte del mal que causaron y muchos de los grandes corruptos y sátrapas de la actualidad se pavonean cínicamente sin que haya poder que los detenga o les propine el mínimo castigo.
Me quedó claro que el funcionamiento del Universo no va por ahí y comencé a sospechar que existen aquellos que, con algún grado de conocimiento, le saben dar la vuelta a las consecuencias de sus actos y se salen con la suya con toda impunidad. No solo eso; algunos textos como ‘The Law of One’ (La Ley del Uno, publicado en los años 80) pregonan que la luz y la oscuridad son igualmente válidas y lo que se espera es nuestra polarización hacia uno de los dos extremos como una forma de incrementar nuestra energía, abandonando la tibieza y la inmovilidad para así crecer y hacer una diferencia a nivel personal y colectivo.
Las campañas políticas de este año están mostrando, con toda su crudeza y más que nunca, la extrema inclinación de gran parte de la clase política nacional hacia el polo oscuro, haciendo gala de un cinismo que no se había visto por lo menos durante el último siglo y que ni la exposición de sus deplorables prácticas en medios abiertos y con pocos filtros como las redes sociales, es suficiente para deponerlos o descarrilarlos.
Así, conteniendo la náusea, seguiremos presenciando este festival de lodo hasta el final, en el que emitiremos nuestro voto, exigiendo que sea respetado y esperando que haga una diferencia.
Gira del adiós
Confío más en alguien que promete que va a dejar de beber o de fumar y que va a ser fiel, que en alguien que dice que va hacer la gira del adiós, jurando que, al término de esta, se retirará porque se siente cansad@, porque ya es tiempo, porque los tiempos así lo indican… bla, bla, bla. Esta es la peor mentira que he escuchado, después de la que nos dijeron de pequeños: que los niños provienen de París.
Me queda claro que el escenario, los aplausos, la fama y el poder son verdaderamente adictivos y que cuando a la gente por trabajo, por suerte o por la conjunción de los astros los llega a tener, no hay poder humano que se los haga soltar. Se aferran a esto como sanguijuelas o como quinceañera al novio golpeador. Entiendo que es difícil entender que todo tiene un tiempo y que, cuando se empeñan en rebasarlo, caen en el absurdo y necio comportamiento que solo los lleva al ridículo.
No es crítica, solo que cuando este tipo de personajes, la mayoría a estas alturas ya con cabeza de algodón, mantenidos en pie con Caltrate, Bedoyecta, Corega y Depend, insisten en seguir vigentes cuando ya más bien son ‘vintage’, hacen que uno diga: ya siéntese doñit@. Pero es ahí donde el ego les sale a relucir, se ponen las Eveready y comienzan su gira del adiós una vez más.
Se dice que estas giras son el gran negocio, que ganan más dinero que cuando estuvieron en su mero auge, y por eso les entra la cosquilla de averiguar si en verdad es cierto.
Esta práctica principalmente se da con los músicos y los artistas que, cuando sienten que ya van en picada, recurren a esto para salir a flote e intentar un último aire, explotando por última vez sus grandes éxitos. A unos pocos le resulta bien a pesar de la edad. Se ven resplandecientes y resurgen como el ave fénix, siempre y cuando salgan bien “producidos”. Aunque otros reaparecen con una facha decadente, que tan solo de verlos uno se pregunta: ¿Resurgió? ¡Ave María purísima!
Citaré algunos ejemplos de los que no han parado de hacer “giras del adiós”, reencuentros y hasta alianzas, reconociendo que de muchos soy fan: Scorpions, Judas Priest, The Who, Ozzy Ousbourne, Black Sabbath, Elton John, Cher, Timbiriche, Pandora, Flans, RBD, Mocedades, Caifanes y Soda Stereo, quienes al parecer aplican el dicho de don ‘Chente’ Fernández: “Mientras ustedes sigan aplaudiendo, yo sigo cantando”. ¡Eje jé!
Cualquier semejanza con la política es una grosera coincidencia.
Le esperamos hoy a las 21:00 horas en la KJeta por el Canal 10 de RTQ en señal abierta y de cable, y por ‘streaming’ en rtq.mx. También le recordamos que tenemos una cita la próxima semana aquí… para echarnos otro caldito.
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MT