Mario Maraboto
Al inicio formal de las campañas políticas, el pasado mes de marzo, el presidente López se refirió a que se intensificarían las llamadas “campañas negras” en contra de su movimiento de cuarta. “Ahora estaba yo viendo de que vuelven los publicistas, pero completamente desprendidos de la realidad, aconsejándole a posibles candidatos, personas que me ataquen”, dijo.
Como ha sido a lo largo de su (des)gobierno, todo lo que va en contra de sus deseos e intereses son campañas en su contra; la víctima siempre es él y cuando salen a la luz situaciones de aparente o real corrupción, a sus ojos y en su mente son campañas para desprestigiarlo.
Ciertamente, las campañas negras son una estrategia de comunicación política, especialmente en procesos electorales y con el empleo de inteligencia artificial y de las redes sociales, para desacreditar o dañar la imagen pública de un adversario, grupo o idea, a través de esparcir información manipulada, falsa o sacada de contexto.
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE), al calor de la discusión política y con la meta de recabar votos, muchas veces “las emociones pueden imponerse sobre la razón… Las campañas negras tienen una parte de contraste y otra de ataque; distinguen al oponente comparando los resultados y aspectos criticables de sus propuestas e ideas, pero también de su imagen, carácter o historia”.
Estas campañas negras son estrategias de comunicación para resaltar los defectos y debilidades que representa una figura política. Pero su uso puede ser como espada de doble filo: lo mismo pueden dañar al contrincante dependiendo del impacto logrado, que a quien se quiere beneficiar, cuando se descubre la artimaña. Un claro ejemplo lo tuvimos la semana pasada con el intento de desestabilizar la campaña de la candidata de oposición a través de exhibir un video de su hijo en estado inconveniente a las afueras de un centro nocturno; el control de daños y, curiosamente, el mensaje de la esposa del presidente López, dañaron más a quienes quisieron aprovecharse de la situación que a la candidata.
El tema es preocupante no sólo en México ya que inclusive el Foro Económico Mundial publicó el pasado mes de enero el informe “Riesgos Globales 2024” en el que señala que la polarización social es uno de los principales riesgos mundiales, dado que este año alrededor de 3,000 millones de personas participarán en procesos electorales en sus respectivos países y una campaña de este tipo puede ahondar las divisiones sociales y políticas.
Según estudios sociológicos y psicológicos, en la toma de decisiones al emitir un voto en una elección, pesan más las emociones que el razonamiento y por ello, las campañas negras suelen ser muy efectivas porque despiertan el interés de las y los ciudadanos sobre situaciones, reales o no, que impactan en las emociones y polarizan al electorado.
Este tipo de estrategia lleva a creer en situaciones que generan confrontación y aunque no todas las campañas negras son iguales, las más agresivas buscan la denostación. Quizás el mejor ejemplo de campañas negras es AMLO, quien desde que inició la búsqueda de la presidencia y hasta hoy, ha generado este tipo de campañas creando adversarios para insultar y atacar a quien no se le somete.
Siendo el hombre más poderoso y sin mayores contrapesos, gracias a sus campañas negras es la víctima de todos y para todo.