Bret Stephens
22 de junio 2019
Esta semana, me senté a ver un maratón de la miniserie “Chernobyl” de HBO. Me hizo pensar en Donald Trump.
No, mi Síndrome de Enajenamiento con Trump no ha alcanzado 12 mil roentgen en el dosímetro ideológico. Y no, no creo que el gobierno de Trump se parezca al incendio de un reactor nuclear al aire libre. Ver “Chernobyl” (y leer relatos reales de la tragedia) es recordar que ese tipo de símiles deberían usarse con moderación.
Sin embargo, sí hay un paralelo impactante. “Chernobyl” no es tan solo una historia sobre una catástrofe ambiental, o los actos heroicos de las personas que evitaron que se convirtiera en una tragedia incluso peor. Ilustra qué les sucede a las sociedades corrompidas por la institucionalización de las mentiras y la destrucción concomitante de la confianza.
Esa es la verdadera historia de Chernobyl, donde para variar las verdades imposibles de erradicar del mundo natural —de la química y la física de las partículas— superaron literalmente las verdades impuestas por la ortodoxia y la propaganda soviéticas.
Escena tras escena, los funcionarios del partido decretan que la gravedad del accidente no es tan mala. O que la escala de los efectos secundarios no es tan amplia. O que el alcance de la culpa no es tan profundo. Le mienten a Occidente. Le mienten a su gente. Mienten desde lo más alto de la cadena de mando hasta la parte más baja. ¿Por qué? Porque pueden.
“¿Crees que la pregunta correcta te llevará a la verdad?”, le pregunta Anatoly Dyatlov (interpretado por Paul Ritter), el ingeniero que supervisó la prueba de seguridad que llevó al desastre y después se convirtió en el chivo expiatorio designado del régimen, a una científica que intenta averiguar qué sucedió la noche del accidente. “No existe la verdad. Pregúntales a los jefes lo que quieras y obtendrás una mentira. Y a mí me tocará la bala”.
De hecho, a Dyatlov lo sentenciaron a diez años de prisión (y cumplió tres). No obstante, el diálogo captura la esencia de un sistema en el cual todas las mentiras oficiales son nobles y la verdad es lo que sea útil para el partido en un momento particular. Además, este método funciona… hasta que ya no es así.
“Cada mentira que decimos contrae una deuda con la verdad”, dice Valery Legasov (Jared Harris), el héroe del drama, justo antes de suicidarse. “Tarde o temprano se cobra la deuda”.