La trillada frase “después de la tormenta viene la calma” hace referencia a un fenómeno meteorológico que a su paso provoca desastres. Pasado el riesgo, viene la etapa de revisión y de reconstrucción. A una semana de la visita del Papa Francisco a México, traduzco esa frase en “después de la explosión de mensajes y sentimientos, viene la reflexión”.
Un mensaje es el conjunto de signos que son objeto de la comunicación e información que el emisor envía a través de un medio. Actualmente, la tecnología ha permitido acortar distancias y tiempo a la hora de comunicarnos con los demás. Durante casi seis días, un hombre provocador y mediático, habló a los mexicanos y un alto porcentaje, lo escuchamos; pero ¿cuánto penetró su mensaje, más allá de la epidermis, en las conciencias anestesiadas?
Francisco, en su visita pastoral, eligió lugares y grupos sociales a través del tamiz de una perspectiva humana, de justicia social y de compromiso. Con su lenguaje firme y llano, responsabilizó y comprometió a hacernos cargo del sufrimiento, a través del diálogo y la conversión.
En Palacio Nacional, conminó a líderes políticos, sociales, de la cultura y la economía, a reflexionar sobre su responsabilidad con México, en donde “el bien común no goza de buen mercado” y es tierra fértil para la corrupción y la violencia.
En la Catedral regañó al episcopado, “faraones actuales”, porque ha dejado de ser el rostro humano de Dios. Los exhortó a no perder el tiempo en lo secundario y sí cansarse en la tarea de evangelizar.
En la Basílica de Guadalupe pronunció una homilía profunda y emotiva, bajo el manto mariano, dirigida a la grey católica. Toda una catequesis en favor de los sufrientes, los excluidos, madres y padres que han perdido a sus hijos, de todos los que salen en el camino.
El mensaje de Ecatepec estuvo centrado en la Cuaresma como tiempo de conversión de una sociedad “amenazada con el poder de la mentira” y por las tentaciones de la riqueza, vanidad y orgullo. Fuerte llamado a la fortaleza para vencer al demonio.
El abordaje a la multiculturalidad mexicana la hizo en Chiapas, ante comunidades indígenas despojadas de sus tierras y devaluadas por su cultura, víctimas de la crisis ambiental. En Tuxtla Gutiérrez retomó el tema de la familia como punto de partida en una sociedad enferma por el encierro, narcisista, obsesionada por el lujo. ¡Cultura del descarte!
En Morelia evangeliza a religiosos, hombres y mujeres, para volver a la espiritualidad centrada en Cristo y no de “clérigos de estado” sumidos en la resignación que paraliza frente a la violencia y el crimen frente a los traficantes de la muerte.
En la frontera de México con Estados Unidos, se refirió al pueblo que peregrina: a los privados de la libertad resultado del deterioro del tejido social que ha dejado de apostar por la vida; a trabajadores y empleadores, que dialoguen para generar alternativas a la corrupción y acoso laboral; y a los migrantes, fruto del negocio humano en el que los jóvenes son carne cañón y las mujeres víctimas de violencia.
En la visita a México, todos los mensajes del Pastor de la Iglesia Católica fueron claros, sencillos y directos. Dijo lo que tenía que decir, no lo que las autoridades y algunos grupos querían que dijera. En todos los territorios y fronteras que visitó soltó sus palabras como semillas para que germinaran o no, en esta tierra yerma, rajada de grietas y arroyos secos, o de exuberante naturaleza, la de nuestra Nación.
Desde tierra romana, el Papa envía un último mensaje: “El viaje apostólico que he realizado en los pasados días ha sido una experiencia de transfiguración. Un cuerpo tantas veces herido, un pueblo tantas veces oprimido, despreciado, violado en su dignidad”
Pasada la tormenta, en el horizonte mexicano hay luces que brillan esperanza y posibilitan la oportunidad de cambio. ¿Escuchas o no escuchas? esa es la cuestión.
Por: Patricia Espinosa Torres (*)
[email protected] / fb Patricia Espinosa Torres
(*) Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.