Hace veinte años asistí al Foro de ONGs en Huairou, China. Fui una de las 30 mil mujeres participantes en el evento simultáneo a la IV Conferencia de la Mujer en Beijing, cuyo tema fue Mirar al mundo a través de los ojos de la mujer.
Como inicia el mes de la mujer, quiero compartir la reflexión que escribí a mi regreso:
En la capital china se llevó a cabo el movimiento más amplio sobre el tema de género, reflejado en un mosaico multifacético de razas, credos, ideologías, costumbres, colores, olores, vestimentas de mujeres de 186 países que se mezclaron indiscriminadamente.
Miradas claras, oscuras, redondas, alargadas; miradas profundas que reflejan el sufrimiento o el dolor de ser mujer; miradas de mil maneras concentradas en un tema común. Mujeres negras, blancas, amarillas, no importaba; todas eternas caminantes en Huairou que, durante 10 días, se convirtió en un pequeño mundo sin fronteras geográficas, ideológicas o lingüísticas.
Impactante fue presenciar la solemne marcha de las asiáticas, encabezadas por coreanas y japonesas, en protesta contra la esclavitud sexual, práctica cotidiana en sus países. Indignación y dolor infinitos simbolizados por una larga manta blanca sostenida por manos multicolores, solidarizándonos en su lucha.
Las musulmanas se manifestaron como hermanas separadas, en terreno neutral. Al unísono elevaron voces discordantes de denuncia: las fundamentalistas en su no al adulterio y al homosexualismo; y las otras, clamaban por la liberación del yugo patriarcal y por equidad en educación, economía y política. ¡Triste enfrentamiento entre hermanas hundidas en el abismo de la intolerancia!
Mujeres africanas con sus ritmos cadenciosos y sensuales, sus vestimentas multicolores, cantos profundos y desgarradores, exigiendo terminar con la cultura de violencia contra las mujeres, la práctica de la ablación que las priva del placer sexual y la feminización de la pobreza del continente negro en donde las leyes, no les favorece.
Una vez roto el silencio, la palabra no tuvo límites para canalizar las diversas voces de mujeres refugiadas, migrantes, lesbianas, con discapacidad, ecologistas, pacifistas, abogadas, empresarias… ¡Fascinante caleidoscopio!
Cada uno de los grupos validaba sus propuestas con argumentos basados en su razón, en su sentimiento o en estadísticas. Se expresaban en la carpa, en el salón o en cualquier espacio en esa ciudad china en la que deambulábamos. El entorno requería prudencia, atención y discernimiento.
Dentro de ese mar de tormentas, la región Latinoamericana se mostró dispersa en sus proclamas. Una parte, la más numerosa, encabezada por feministas, en su lucha contra la “fuerza conservadora” de la Iglesia, en favor de la legalización del aborto, la defensa de los derechos homosexuales y el uso del concepto de género.
En contraparte, los grupos de mujeres que apoyábamos la defensa de la vida y de la familia. Voces tímidas y escasas dentro de las 30 mil mujeres itinerantes en Huairou. Esa débil presencia de las “conservadoras” era el espejo de una sociedad polarizada en lo social, ideológico y económico que, tal vez, cerró los ojos al “escándalo” que provocó el movimiento feminista.
Las primeras, con 20 años de trabajo y penetración activa en la organización de las conferencias anteriores; las otras, en su mundo parroquial queriendo ocupar un lugar que despreciamos antes.
Ahora, me pregunto, ¿seguiremos al margen o elevamos nuestra voz en defensa de lo que creemos? Yo, decido participar y no volver a dejar ningún espacio en el que pueda incidir, siempre habrá quien lo aproveche.
Beijing 1995, y su Plataforma de Acción, fue parteaguas en la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres en un marco de equidad e igualdad. En 2015 hay avances sustanciales y retos urgentes. En ello, está puesta mi actividad y mi pasión.
Por: Patricia Espinosa Torres, Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
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