La marcha en pro “del matrimonio, los niños y la familia” el fin de semana en la Ciudad de México, ha vuelto a poner en el ojo del huracán al Frente Nacional por la Familia (FNF). Una vez más un nutrido grupo de ciudadanos ha salido en defensa de la única modalidad de núcleo familiar que ellos reconocen: la que emana del matrimonio “natural” entre un hombre y una mujer.
Como comentaba aquí la semana pasada, en España y Argentina también se dio un enorme revuelo hace algunos años cuando instituyeron legalmente la figura del matrimonio igualitario. En ambos casos, el formidable dique levantado por grupos conservadores hubo finalmente de sucumbir ante la inevitable ola que trajeron consigo las nuevas formas de estructura familiar y contratos matrimoniales.
En Argentina, por ejemplo, la Ley del Matrimonio Igualitario entró en vigor en 2010. Bruno Bambi, uno de los personajes clave en dicha conquista social, plantea cómo se dio el proceso que dio pie a este cambio histórico:
“El debate público de la Ley del Matrimonio Igualitario movilizó a miles de personas a favor y en contra, generó actos, marchas, posicionamientos de las principales organizaciones políticas y sociales, expresiones de apoyo de artistas y personalidades públicas, y ocupó un lugar protagónico en el escenario político y mediático del país durante meses, A nadie le pasó inadvertido y muchos que jamás habían pensado en ello, o que tenían muchos prejuicios, se formaron una opinión que quizás jamás habrían imaginado…Lo que cambió en Argentina luego de todo eso fue mucho más que una ley. Hay una percepción diferente sobre la diversidad sexual…y el sentido común ahora está, en muchos más ámbitos sociales, de nuestro lado”.
HASTA QUE LA MUERTE (O EL DIVORCIO) NOS SEPARE. En un ensayo intitulado “Cambios en la familia y el estado de la familia en sociología” (2012), Betty Farrell, una catedrática de la Universidad de Chicago, se refiere a la naturaleza de los drásticos cambios en la estructura familiar: “Los nuevos patrones en el campo laboral, medios de subsistencia, expectativas sociales y valores culturales reconfiguran el escenario social en estos inicios del siglo XXI, de forma tal que han impactado el rumbo de vida de los individuos y el estado mismo de la sociedad”.
Farrell, quien es doctora en sociología por la Universidad de Harvard, menciona que uno de los factores que han contribuido a la transformación de la familia tradicional moderna es la incursión de las mujeres en la esfera laboral, que rompió con el monopolio del hombre como fuente exclusiva de sustento económico. Esto provocó también que la mujer no sintiera ya “la prisa de casarse”, ya que a) ésta no dependía ya del hombre para su sostenimiento, b) podía vivir sola si así lo deseaba, c) no necesitaba ya de un contrato matrimonial para tener hijos.
Fue así como la institución matrimonial, sustentada en roles de género hasta entonces inamovibles (“el hombre trabaja y la mujer es su cocinera y empleada doméstica”), empezó a crujir en sus cimientos. Por ejemplo, en 1950 tres cuartas partes de los hogares de Estados Unidos estaban conformados por parejas unidas en matrimonio. Sin embargo, en 2010 menos de la mitad de los hogares se encontraban en dicha situación, pues en muchos habitaban hombres o mujeres solos o correspondían a familias no tradicionales.
Apunta también Farrell que, si bien muchos adultos siguen optando por el contrato matrimonial, resulta también altamente probable que muchas de estas parejas acaben divorciadas, por diversas razones. Si bien en el siglo pasado un hombre o mujer divorciada solían “volver a matrimoniarse”, en la actualidad es más común que opten por seguir viviendo en solitario o se busquen una nueva pareja en unión libre.
EL CRECIMIENTO SOSTENIDO DE LOS NUEVOS MODELOS DE FAMILIA. En lo que a América Latina respecta, la investigadora colombiana Javiera Cienfuegos, quien es doctora en sociología por la Freie Universität de Berlín, reporta: “Entre 1900 y 2008 ocurrieron importantes cambios en la composición y las características de los hogares latinoamericanos”. En términos específicos, los hogares comandados por un padre y una madre, que en 1990 constituían el 51.7% de todos los hogares, habían descendido ya a menos de la mitad para el 2008 (el 42.2%).
Por otro lado, ha seguido en aumento el número de hogares con jefatura femenina (madres solteras). Cienfuegos precisa que este crecimiento se debe en parte al sostenido aumento de la mujer latinoamericana en el mercado laboral.
Otras formas familiares han ido cobrando relevancia en el mencionado período. Los hogares comandados por un padre y una madre sin hijos se incrementaron del 7.8% al 10.8% y los hogares en los que residía solamente un adulto aumentaron del 6.6% al 10.9%.
(*) Doctor en Comunicación por la Universidad de Ohio y Máster en Periodismo por la Universidad de Iowa