Donald Trump de los Estados Unidos; Nicolás Maduro, Venezuela; Rafael Correa, Ecuador; Enrique Peña Nieto, México y Recep Tayyip Erdogan de Turquía entre otros
Pedro L. Jáuregui Ávila
Se volvió una mala costumbre que los mandatarios cuando fracasan en su gestión le echan la culpa de sus males a los periodistas y ayudan con ello, a aumentar el caos, con el que pocas veces se favorecen, porque con el paso de los días se descubren sus errores y por ende el aumento del descontento de la gente.
Es el caso, por citar solo unos cuantos, de los presidentes Donald Trump de los Estados Unidos; Nicolás Maduro, Venezuela; Rafael Correa, Ecuador; Enrique Peña Nieto, México y Recep Tayyip Erdogan de Turquía entre otros.
Los periodistas ni legislamos, ni ejecutamos y mucho menos dictamos justicia, lo único que hacemos es informar. Claro que en los últimos tiempos hay una clase de comunicadores que se acomodan al mejor postor, pero sin importar la causa cabe decir que les falta decencia.
El velo de decencia de Trump poco se va cayendo a medida que se confirma que Rusia se involucró en la campaña presidencial que lo llevó a la presidencia. En México y Venezuela la aparición de cadáveres en cárceles es un reflejo más que hay más de una manzana podrida en los gobiernos.
No incluimos en ese paquete de presidentes corruptos a los dos últimos de Colombia, Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos porque su cinismo merece un capítulo aparte.
Sus realizaciones se han visto enlazadas por un populismo que se toma no solo América sino también el viejo continente. La demagogia y las razones para buscar excusas a sus errores sirvieron para crear una cultura peor que la de Pablo Escobar Gaviria, lo que ya es mucho que decir porque si bien el capo permeó todos los estratos de la política y la economía nacional, lo hizo de frente.
La firma brasileña, Odebrechetuna, industria de la corrupción en América Latina, filtró al gobierno colombiano, al punto que las campañas políticas de Oscar Iván Zuluaga (2014), protegido de Uribe y Juan Manuel Santos, quien también llegó al poder con el apoyo de Uribe (2010-2014) recibieron contribuciones sin que fueran reseñadas contablemente, lo que es un delito.
Odebrecht sobornó a autoridades de Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, República Dominicana, Guatemala, México Panamá y Venezuela además de Angola y Mozambique, en África para conseguir contratos de megaobras.
Si los periodistas por contar estas y otras verdades son culpables, la historia nos condenará a todos: a los políticos, por indecentes, al pueblo, por inocente; y a los periodistas, por defender la causa de los segundos, que no reaccionaron ante el desfalco que estaban sufriendo a pesar de las advertencias que recibían.