Las fuerzas armadas y las fuerzas civiles, no de México, sino del mundo, hoy se ven inmersas en un punto de inflexión derivado de los efectos de la globalización
Sergio Ibarra
El pasado 3 de mayo, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) informó que personal del Ejército había sido agredido en el poblado de Palmarito en el Municipio de Quecholac, Puebla. Se dieron dos ataques en el mismo lugar, el primero, cuando elementos del Ejército, al atender a un llamado sobre una toma clandestina de combustible, fueron recibidos a balazos, ataque al que no pudieron responder ya que estos criminales se ocultaban entre mujeres y niños. Ahí perdieron la vida dos elementos del Ejército.
Durante la segunda agresión, cuando el Ejército volvió, al no haber ya niños, ni mujeres, los militares esta vez sí respondieron el ataque. El saldo final fue que 10 personas murieron, cuatro militares y seis civiles. Por su parte, el fiscal de aquel Estado, informó que fueron detenidas 14 personas, entre ellas dos menores de edad y se aseguraron tres fusiles automáticos, una arma larga, cargadores y cartuchos, así como cuatro camionetas, dos de ellas blindadas. Posteriormente, los pobladores bloquearon la autopista Puebla-Orizaba y finalmente apareció el video que le ha dado la vuelta a toda la nación, donde, aparentemente, se esta ejecutando a un criminal.
Es pertinente señalar que las fuerzas armadas (FFAA) y las fuerzas civiles, no de México, sino del mundo, hoy se ven inmersas en un punto de inflexión derivado de los efectos de la globalización y de la interconectividad de la sociedad civil. Así como se han tenido efectos comerciales, que fue el primer objetivo de la globalización, se han tenido efectos extensivos e inesperados en distintos ámbitos relacionados con la Seguridad Nacional, que es la mayor y más importante competencia directa de las FFAA, como lo son la seguridad humana, la ambiental, la cibernética, la tecnológica, pero también lo relacionado con la energía. El caso del crimen de extracción ilegal de gasolina de los ductos de Pemex, es un crimen relacionado con el suministro de energía y que, por tanto, demanda la intervención de las FFAA.
Bien, el crimen organizado es un fenómeno regional que demanda para su combate, el reconocer que las obligaciones que en el pasado estuvieron claramente divididas, entre las FFAA y las fuerzas civiles, hoy se encuentran sobrepuestas, es decir, el que las FFAA se ocupasen de la Defensa Nacional y las agencias civiles de la seguridad denominada pública, ha quedado atrás, hoy se tienen que compartir funciones, por una razón: el enemigo está mezclado con la sociedad civil.
Por otra parte, de las más de 8 mil denuncias que se presentaron en el sexenio anterior en contra de las FFAA, progresó solamente una, sí lo leyó usted bien, una. En la presente administración, hasta enero de 2017, se habían recibido 2 mil 533 demandas, de las cuales solo se aportaron pruebas en 12, mismas que son atendidas por la dirección especializada que se tuvo que crear en la Sedena en el año 2008, para dar atención legal a estos asuntos.
Ahora resulta que uno de los componentes de que no exista la paz es porque las FFAA han violado los derechos humanos de los ciudadanos, como es el caso del criminal que supuestamente fue “ejecutado” luego de balear y dar muerte a miembros de nuestras FFAA.
La situación financiera, administrativa y tecnológica de Pemex es un tema de Seguridad Nacional. Se trata de un monopolio que el propio Estado creó desde 1938 mediante esta empresa paraestatal y por tanto, se trata de una institución que supuestamente cuida de la democracia y de la estabilidad de la nación, en cuanto al abasto de energéticos y combustibles. Como se ha señalado y se subraya, este es un asunto que le compete a las FFAA cuidar, vigilar y defender. Es decir, se trata de una de las más altas prioridades de la nación.
El robo a instalaciones de Pemex o de CFE es un crimen que atenta contra toda la nación, pero además, el agredir a miembros de las FFAA convierte, a quienes así lo hagan, en ENEMIGOS de la Patria. Las FFAA están entrenadas para eso, para eliminar al enemigo, no actúan en forma preventiva. Y en cualquiera de sus intervenciones siguen un protocolo. No es la primera ni la última vez que videos y luego periodistas en redes y en medios se quieran lucir pidiendo que se enjuicie a los militares, como civiles. Para combatir a la delincuencia organizada en sus distintas actividades como lo es el narcotráfico, el tráfico de armas, de información, de dinero y de personas, de mercancías ilegales y como es el caso, de combustibles, no se puede hacer con un perrito chihuahueño o un french poodle, se necesita de un rottweiler, bien entrenado y bien alimentado. Las FFAA son la institución preparada para atender estos asuntos. No se trata de que “regresen a sus cuarteles”, no se trata de sustituir a la policía, se trata de asuntos de Seguridad Nacional y para eso existe el Sector Defensa.
La desunión que prevalece en el tema entre los mexicanos impulsada y nutrida por líderes de opinión, periodistas oportunistas, por políticos y por un montón de ignorantes, se ha convertido en una auténtica amenaza para cualquier intento que se haga, porque prevalezca el estado de derecho, porque se privilegie el orden social y la ética. Y en estos días, nuevamente, salen voces por todas partes. Un senador declaró que “las FFAA deberían aplicar tecnología para detectar a los huachicoleros” u otro dijo “hay que aprobar la ley de Seguridad Interior tras el caso de Palmaritos”. Como si nuestras FFAA fueran una institución integrada por ignorantes y necesitaran este tipo de declaraciones. Ello nunca quitará la condición humana de nuestros militares, no bajaron de Saturno o de Júpiter, son humanos. Se pueden
equivocar.
Los criminales que atraparon portaban armas y dos camionetas blindadas, evidencias de que se enfrentó no a una pandilla de una colonia o a una banda que roba autos, sino a criminales debidamente organizados. El robo de gasolina en la Patria tiene décadas y es un crimen que las FFAA persiguen desde tiempo atrás. Hoy las comunicaciones, la proliferación del uso de cámaras hace que estas no solamente las empleen las policías o las FFAA, sino también, como fue el caso, por criminales organizados. El famoso video lo tomó una cámara que ellos mismos instalaron para saber cuando podrían ser objeto de una investigación o de un operativo, como fue el caso.
Las FFAA es la única institución que nos queda, la única que la corrupción, la gran herencia del sistema político del siglo XX, no se ha devorado. Y es nuestra responsabilidad cuidarla. Hechos como éste ponen a nuestras FFAA ante una situación paradójica: entre más te protejo, más me desprestigio.
