Ese era el teátrico grito de guerra que profería el presentador Don Francisco en el programa ‘Sábado Gigante’. Enérgicamente volteaba exigiendo la opinión del público para definir a los ganadores de los concursos. Bastaba proferir esa arenga para revertir las decisiones del ‘chacal’. Todos felices y satisfechos.
Lo mismo pasaba cada domingo en el programa de Chabelo. El público era el juez y decidía si el participante ganaba el premio de la ‘catafixia’, aún y cuando había decidido erróneamente la casilla, ¡Otra oportunidad!
Dos ejemplos en los que siempre ganaba el desamparado concursante gracias a la avenencia del pueblo. La mayoría haciendo valer su voluntad a punta de gritos. Un aparente empoderamiento. Demagogia pura, ¿Eso queremos para definir el futuro de México? No.
Queremos candidatos que entiendan a la perfección los problemas de México, con propuestas y planes definidos para sacar adelante al país, ¿Ahora quieren que hagamos su trabajo?
Suena tentador dejar las decisiones de México a la voluntad de la ciudadanía, pero recuerde: usted no es experto en movilidad, en economía, en petrolíferos e hidrocarburos, en impartición de justicia, en relaciones exteriores, en comercio, en educación, en salud, en cultura… pero la gente que quiere el trabajo de presidente de México y secretarías si lo debe ser.
No queremos que nos echen la bolita a través de una aparente ‘democracia’, ¡Qué fácil es gobernar así! Desde un trono, mirando hacia abajo. Si la decisión es mala ‘no fue mi culpa, fue la decisión del pueblo’.
Queremos soluciones claras y precisas; sin rodeos ni frases trilladas. Por primera vez, queremos ver a nuestros políticos trabajando; que nosotros ya tenemos suficientes problemas para estar haciéndoles su trabajo.