Domingo 22 de abril, en el Palacio de Minería, se llevó a cabo el primer debate presidencial.
Este evento democrático coordinado por el Instituto Nacional Electoral vino a reafirmar lo que suponen las encuestas.
López Obrador, quien lidera la contienda, se dedicó a evadir, sin contestar, no ofreció un método claro y conciso para cumplir todo lo que se promete en campaña; repitió la información de sus ‘spots’. Considero que esa vieja práctica del político mexicano de prometer cielo, mar y tierra al ciudadano es una maniobra poco creíble y muy desacreditada.
En cuanto a Ricardo Anaya, no cabe duda de su audacia y contundencia. Presentó una imagen segura, renovando los esquemas de percepción del servidor público común; no obstante hacer la precisión del tema obligado, lo relacionado con la nave industrial, no ha quedado claro e, indudablemente, el grupo opositor detuvo su crecimiento en la consulta popular. Desde mi punto de vista, el panista debería explicar su situación patrimonial para terminar con la especulación.
Sin menospreciar la actuación de los debatientes, como se esperaba, Anaya fue quien más se lució en el debate, seguido de José Antonio Meade. Intelectualmente es un adversario con muchas probabilidades ganar.
Meade fue interesante. Se consolida como un serio contendiente, capaz y con un aval de experiencia inigualable entre los candidatos. Es evidente que subirá puntos porcentuales en las preferencias electorales, pero necesita despuntar. Su discurso debe reflejar su trayectoria, mejorar sus técnicas de oralidad para despertar el ánimo del voto inteligente. Más allá del partido político que representa, es un tecnócrata que, por su sobriedad, puede armonizar lo escandaloso de este sexenio.
Recordemos que no es priista, no le debe nada al partido, sabe negociar entre grupos parlamentarios por su versatilidad y no descarto una disruptiva como en su momento se dio con Luis Donaldo Colosio.
En esta elección solo habrá tres candidatos; objetivamente Margarita Zavala y ‘el Bronco’, sin argumentos.
Ambos desvariaron sin preponderancia en sus palabras y con la sorpresa de una serie de barbaridades en su retórica.
Así nuestras opciones.