Querétaro se ha distinguido por la vanguardia; ser una ciudad atractiva que convoca nuevos residentes por sus índices controlados de seguridad y por la evidente calidad de vida que esta entidad puede ofrecer.
Cuando hablamos de derechos humanos, es lógico remontarnos a pasajes de la historia como la culminación de la Segunda Guerra Mundial, la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sin dejar de señalar sus respectivas declaraciones en la materia. Sin embargo, ¿concluyen los esfuerzos con dichos precedentes?
En México, la secuencia se desplegó en 2011, cuando ocurrió el Caso Radilla Pacheco, que provocó la transformación jurídica del artículo 1º constitucional y, por ende, la implementación del control de convencionalidad. ¿Es suficiente con estos criterios? Cuando hablamos de los problemas nacionales como la desigualdad salarial, el abuso e indiferencia de la clase política, la marginación, la inseguridad o la escasez de Estado de derecho, en términos generales, el argumento ‘vox populi’ se inclina a que todo es producto del atraso cultural. “No avanzaremos hasta que logremos concientizar al país entero”, esta afirmación causa escepticismo y nos orilla a la pérdida de esperanza. ¿Cómo ligar los derechos humanos con esta idea utópica que parece inalcanzable?
Con la formación obligatoria en todos los niveles educativos; el fundamento axiológico de estos principios no debe ser ajeno a la población. La Constitución federal nos permite concebir una reforma en la Ley General de Educación del Estado de Querétaro para que la enseñanza; además de ser accesible, en igualdad de proporciones, laica y gratuita; acoja desde un inicio los cursos básicos para la prevención de conductas violatorias a derechos humanos y que tenga la finalidad de informar a la ciudadanía sobre lo que está permitido y lo que resulta un abuso de facultades, según la situación que se presente.
Atención, legisladores queretanos. La parte medular de esta noción de carácter propositiva yace en que las clases dentro de las aulas cuenten con un aprendizaje teórico, pero también vivencial, comenzando desde lo elemental. Los testimonios, los casos prácticos, las excursiones a sitios estratégicos y las experiencias pasadas incluso en la esfera internacional abonan a que la recepción de conceptos sea más sencilla. El Congreso local, en uso de sus facultades, debería permitir el análisis de este tipo de iniciativas, ya que, a mi consideración, son prioritarias; es un antecedente significativo que podría originar la armonización de las demás fuentes normativas en la república.