José Luis Oliva
Querida lectora, la creatividad es inteligencia divirtiéndose, se aplica desde la cama hasta el escritorio, pasando por el templo, el gimnasio y por supuesto en el turismo. A la mente humana lo que mayor placer le produce es crear y es bien merecida la recompensa porque sin la creación no habría evolución y la especie no se habría desarrollado. Esta entrega se dedica a UNA sola lectora, en vez de tres como es lo usual. Es un homenaje a su hipercreativo novio que la invito cinco días a Boston. Comparta sus historias, serán publicadas anónimamente y disfrute del segundo verbo que más placer da: compartir. Escriba a [email protected]
Boston es una ciudad donde la inteligencia se divierte, la oferta turística es muy creativa y diversa, va desde la historia más seria hasta lúdicas e innovadoras experiencias. No es de las 10 ciudades más visitadas del vecino país (solo 17 millones al año, menos de 2 de ellos internacionales) pero si es la recomendación número uno para el segmento “turista muy educado” tanto en Europa como en Asia.
- Ballenas inéditas. La verdad es que Andrei me impresionó absolutamente, cinco días en Boston con siete experiencias absolutamente únicas, no podía creerlo. La primera y la última fueron de cultura. El Museo de Bellas Artes es el segundo más grande de Estados Unidos y sin duda el más avanzado en investigación. La última, el santuario marino Stellwagen Bank, lloré de ver tan cerca tanta ballena y de diferentes tipos.
- Cenas únicas. ¡Luego las cenas! Que barbaridad, una cena romántica que incluía presenciar cómo se hacían nuestras copas de vidrio soplado. Y la increíble cena en una escena de crimen, ¡una compañía experta en crear suspenso mientras cenas! Vaya que me encantó, soy fan de Sherlock Holmes desde niña.
- Y para rematar, y muy dentro de mis gustos, tres experiencias intensas. Aprender a volar en helicóptero, aventarme en paracaídas en un túnel de viento y participar en una carrera de autos ¡muy cercana al nivel NASCAR! Vaya los mejores cinco días de mi vida, tal como me lo había prometido el que ahora es mi esposo. Cierto que tardo un año en pagarlo todo, pero ¡vaya que Boston es inolvidable para mí!