Una película que ahora considero esencial para comprender la era de Trump no me llamó la atención en lo más mínimo cuando se estrenó
Ross Douthat
Una película que ahora considero esencial para comprender la era de Trump no me llamó la atención en lo más mínimo cuando se estrenó. Por supuesto, me refiero a ‘Quémese después de leerse’, la comedia de humor negro de los hermanos Coen sobre unos tipos no muy brillantes que intentan jugar a los espías en Washington D. C. Después de verla por primera vez, mi impresión fue que era de lo más misantrópica, con un tratamiento muy desdeñoso de los personajes y sin el menor destello de gracia que por lo regular ilumina la oscuridad en las obras de los Coen que retratan la locura humana.
Eso fue en 2008; era demasiado joven e inocente en ese entonces. Poco más de una década después, el retrato de la sociedad que presentan los Coen, con unos tontos ambiciosos y otros imbéciles vanidosos del círculo político de Washington que pretenden comportarse como personajes de una novela de John le Carré, ya no parece misantropía, sino profecía, un espectáculo de farsa política amoral que podría considerarse la representación más realista hasta la fecha de la falsedad esencial de Trump.
Tampoco soy la primera persona en señalarlo: Jeet Heer, de The New Republic, ha sido un ávido comentarista de ‘Quémese después de leerse’ y en 2017 escribió un breve ensayo sobre la película, en el cual comparó los esfuerzos de sus torpes antihéroes, Chad Feldheimer (Brad Pitt) y Linda Litzke (Frances McDormand), por vender supuestos secretos de Estado a los rusos con la misma actitud imprudente de “si es lo que dices, me encanta” que Donald Trump Jr. y sus secuaces mostraron cuando acordaron ponerse en contacto con informantes rusos en 2016.
Sin embargo, es necesario actualizar la interpretación de Heer ahora que ya contamos con el informe concluyente del inspector general respecto a la ingenua y amplia investigación del FBI sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia (ese informe completa la narrativa del escándalo Russiagate, pues revela la enormidad de la farsa involucrada).
Para cualquier espectador es evidente que el mismo personaje de Malkovich es un cretino y que la “liga de imbéciles” a la que se refiere podría ser el título alternativo de la farsa de los Coen. Para este punto, la realidad de que muchos posibles salvadores de la república en la era de Trump tienen un desafortunado parecido con Ozzie Cox debería ser obvia también para nuestra propia audiencia de comedia negra.