Claudio Sarmiento Casas
La crisis del COVID-19 nos ha traído una serie de paradojas difíciles de conciliar. Para muchos, el estrés económico ha obligado a romper con las recomendaciones del #QuédateEnCasa. Para otros, este estado constante de emergencia sanitaria han afectado seriamente su salud mental, emocional y fisiológica a tal grado de querer salir a arriesgarse.
¿Cómo balancear la salud, el bienestar y el contagio? Un escenario distópico predice varios años de aislamiento social, en donde nos quedemos encerrados en casas, cubículos, coches o camas, con un constante miedo al contagio. Una prospectiva más optimista, sin embargo, apuesta por la movilidad activa como una estrategia más proactiva de adaptación, mejorando la salud de la población a su vez. Ciudades como Nueva York, Londres, Berlín, Bogotá y Vancouver han expandido el espacio de las calles para ciclistas y peatones como parte de sus medidas de resiliencia urbana a futuro.
Caminar no sólo es una alternativa de movilidad, sino una práctica saludable. Bien se sabe que la caminata tiene múltiples beneficios; entre ellos, la pérdida de peso, la activación de la circulación, mejoras en resistencia pulmonar, el fortalecimiento del sistema inmune, el aumento de concentración y memoria, combate a la fatiga y la depresión, entre otros. También nos hace más sociales, lo cual parecería ir en contra de la sana distancia. Pero por el contrario, la mortalidad de personas con COVID-19 justo está asociada a la pre-existencia sobrepeso, asma, inmunodepresión y problemas cardiovasculares.
Promover el caminar al aire libre parecería contrario a las medidas de distanciamiento físico, pero estudios recientes han demostrado el bajo riesgo de contagios en espacios abiertos y con buena circulación de aire, especialmente si evitamos de cara a otros transeúntes. La saturación de gente en parques, plazas y calles podría parecer peligrosa, pero aquí el problema no es el exceso de personas, sino la escasez de espacios caminables de calidad y falta de accesibilidad en la ciudad.
Sin duda, tenemos enfrente varios caminos a la “nueva normalidad.” Depende de nosotros que escojamos la opción caminable, saludable y resistente a las pandemias venideras.