Alejandro Gutiérrez Balboa
Las imágenes de Bucha, ciudad conurbada a la capital Kiev, en Ucrania, son estremecedoras. Civiles desarmados e indefensos asesinados por las tropas rusas en retirada. Cadáveres de hombres con las manos atadas, mujeres violadas, todos ejecutados con un tiro en la cabeza y esparcidos en las calles. Varios aplastados por los tanques. No tuvieron los invasores tiempo de borrar las evidencias.
A pesar de que otros criminales alrededor del mundo siguen fielmente las instrucciones de Moscú tratando de evadir la responsabilidad rusa, acusando a los ucranianos de urdir un entramado, las pruebas están ahí. Y observadores imparciales están dando testimonio de ello.
Es verdad que todas las guerras arrojan una cuota de abusos y muerte de civiles no combatientes e inocentes, que haber disparado contra una maternidad, o una escuela de niños, o un hospital infantil, puede deberse a un error involuntario, pero en la actualidad las imágenes en vivo corren en el momento alrededor del mundo. Además, los rusos tienen una larga cauda de abusos en su haber.
Durante años pretendieron eludir la matanza de más de 20 mil oficiales del ejército polaco en Katyn, en la primavera de 1940. Oficiales con las manos atadas y con un tiro en la cabeza. La Cruz Roja investigó el caso y determinó que era responsabilidad de la URSS, que lo negó siempre y le echó la culpa a los alemanes. Cuando se derrumbó la Unión Soviética, se abrieron los archivos y se comprobó su autoría. La investigación quedó abierta, hasta que la cerró Putin en 2004.
En Bucha se repite el “estilo”, sólo que ahora hay mujeres y también niños. Ya los principales líderes mundiales han expresado su condena y la Corte Penal Internacional se apresta a conocer el caso. Una juez es mexicana.
Organismos internacionales de derechos humanos analizan los eventos y muy pronto se pronunciarán, a pesar de los afanes de la propaganda y la desinformación rusa. Las pruebas ahí están. Sólo por este caso (y hay muchos otros en esta guerra), el autócrata corrupto Vladimir Putin pasará a la historia como un asesino. Y esto sin importar el resultado de la guerra.
Y de nada servirán los afanes de los que repiten las consignas rusas en algún medio de propaganda gubernamental o creando grupos de “amistad” con criminales de guerra, asesinos, violadores y mentirosos compulsivos.