Alejandro Gutiérrez Balboa
¿Por qué en América Latina los pueblos votan por políticos que han demostrado una y otra vez que no solucionan nada y, al contrario, debilitan la democracia, coquetean o abiertamente caen en dictaduras que todo lo destruyen, empezando por las libertades? Sin duda, esto es responsabilidad de los gobernantes ineficaces.
Durante lo que va del siglo, los gobernantes fueron incapaces de lograr tasas de crecimiento sostenido, a pesar de que los precios internacionales de muchas de las materias primas que se producen estuvieron a precios muy altos. No tuvieron la convicción de implementar los cambios constitucionales que terminaran o aliviaran los tremendos déficits fiscales, y no se decidieron a desmantelar o poner un alto a las redes del clientelismo parasitario que durante décadas han expoliado los presupuestos con la máscara de un supuesto “gasto social”.
De igual manera, a los gobernantes les tembló la mano para acabar los motines provocados por la izquierda y cuyos propósitos se centraron en el lema pintarrajeado en una pared de Santiago de Chile: “destruir todo”. En cambio, los tiranos cubanos y venezolanos o bien el neo Somoza nicaragüense no han titubeado un ápice para aplastar a sangre y fuego las protestas de sus ciudadanos que demandan lo necesario para la vida.
En toda América Latina se han disparado los índices de criminalidad, las bandas delictivas y los delitos de alto impacto: secuestros, asesinatos, cobro de piso, etc., que aterrorizan a los habitantes y pudren las estructuras policiales y de seguridad. Los gobernantes prefirieron mirar hacia otro lado en lugar de tomar las necesariamente duras medidas para derrotar estos flagelos.
A los gobernantes sólo les importó llegar al poder y una vez en él mostraron toda su ineficacia, su inutilidad, su falta de preparación, de ideas. Todo lo dejaron al “rating”, a contemporizar, a negociaciones inútiles con factores de poder corruptos, anquilosados y, en muchos casos, a enriquecerse.
El manejo de la pandemia ha sido terrible y los jóvenes que votan por primera vez, por lo general más educados y críticos que sus padres, no ven futuro, oportunidades, trabajo que les brinde crecimiento y entonces fácilmente son seducidos por los demagogos, los populistas, los engañadores que polarizan y dividen a sus sociedades para mejor encaramarse en el poder. Con la victoria de Petro en Colombia, la democracia languidece en Latinoamérica. Y falta Brasil.