Roberto Mendoza
¿Qué es el poder? Primeramente, es la voluntad, la capacidad de uno para cumplir un reto que pudiera antojarse muy difícil, a veces hasta imposible, como correr un maratón o visitar un país distante. El poder también necesita consensar con otras personas y conquistarlas, como por ejemplo una novia o con mucha gente, como en un proceso donde se llegue a un puesto de trabajo.
El Poder Político requiere además de convencer, animar, deslumbrar y cautivar a cientos, miles o millones de personas, no todos pueden, pues es un ejercicio de prueba y error, de profundas decepciones y pérdidas, de sacrificio de tiempo, espacio, dinero y calidad de vida personal y familiar, no es para todos. El poder exige, mucho, todo y a veces no cumple las expectativas, porque está limitado a los azares del momento y del destino.
El poder nunca es ilimitado, ni perdura para siempre, es un ejercicio si no fugaz, sí finito. En nuestro país el poder está acotado y tiene muchos asegunes, pero además es imperativo que quien ejerza el poder en México tome en cuenta las siempre posibles catástrofes naturales y los múltiples accidentes causados por la falta de planeación, la negligencia y a veces hasta la ingenuidad.
El presidente López Obrador tenía mucho poder al inicio de su sexenio, prácticamente poseía los tres poderes de la nación, mayoría calificada en la Cámara de Diputados, en el Senado gobierna uno de sus supuestos alfiles, había conquistado el poder judicial, eliminado a un ministro especialmente opuesto a sus ideas, conquistado a su presidente e impuesto a cuatro de 11 ministros.
Tenía una enorme popularidad de casi el 80%, su triunfo en las urnas le daba una gran legitimidad. Su idea era hacer un gobierno de corte festivo, se había propuesto que el 2020 fuera un año de preparación para que el 2021 hubiera una gran celebración nacional con motivo del bicentenario del triunfo de la independencia y los 500 años de resistencia indígena con la caída de Tenochtitlan. Con la fiesta planeada y ya encima, preveía un supuesto control de la economía, finanzas sanas y poco o cero endeudamiento, un sistema de salud enrutado hacia el primer mundo, maestros felices con una nueva propuesta educativa y la delincuencia tranquila con una estrategia de abrazos no balazos, un nuevo aeropuerto, una refinería barata y eficiente construyéndose, el Tren Maya sin mayor problema, gran escenario. Planeaba llegar a las elecciones intermedias con una nueva legislatura de mayoría calificada y un país con la CDMX y todos los gobernadores electos de su partido.
Mal empezaron los preparativos de los festejos con la negativa de España y del Vaticano a pedir perdón por esos hechos históricos, fue la primera de las muchas veces que AMLO tuvo un revés a su poder. La catástrofe llegó en marzo de 2020, si lo vemos a la luz de esta planeación, era obvio que una pandemia sería una de las pocas cosas que impediría el plan del presidente, por eso la necesidad y la urgencia del pensamiento inicial: No pasa nada, es más abrácense; porque ¿Quién o qué podría estar en contra del presidente? Sólo el destino, sólo un poder más allá de lo humano. Y así fue, los festejos si se hicieron, pero no alcanzaron a permear, ni alegrar a la población, no hubo desfiles, no hubo verbenas, no hubo fiesta ni grandes celebraciones. Hubo descontrol, muerte, pobreza, huérfanos, viudas, escasez de oxígeno y medicamentos, llanto y desesperación. Perdió la CDMX, varias gubernaturas y la Cámara de Diputados. Pierde palmo a palmo un poco de poder y control. Pero la oposición está pasmada, sin proyecto, sin líder, sin ruta, achicada y, además, amenazada. No le salió perfecto, pero sigue flotando.