Sergio Arellano
Septiembre es el mes patrio por antonomasia y esto implica una reflexión más allá de las festividades.
Los forjadores de la historia de México engrandecían los más selectos ideales de dignidad, igualdad, autodeterminación y respeto entre connacionales, pero también con las comunidades extranjeras. Aportando su intelecto y dedicación, nos han heredado un hogar que se ha construido con sacrificios, bonanzas, estrategia y planeación de Estado; es una realidad que nuestro país tiene un trasfondo histórico muy apasionante hasta cierto punto, envidiable.
Es por ello que este 15 y 16 del presente mes, al igual que los subsecuentes, gozan de un significado especial, ya que nuestra bandera debe de trascender de un grito en el Palacio Nacional emanado por el mandatario en turno. En su lugar, lamentablemente, el único eco que escucharemos al tenor de las campanas es la voz lejana de aquellas personas que no encontraron justicia o que siguen buscándola sin respuesta de las autoridades.
Nuestro territorio en la actualidad cuenta con dificultades impostergables como la delincuencia organizada, violaciones a los derechos humanos, representatividad fallida, carencia de empleo, crisis sanitarias, entre otras.
Como en aquellos tiempos de Independencia, se tiene que retomar un compromiso social ante la adversidad que estamos viviendo; aparecer en la lista de los lugares que no son recomendables para el turismo debido a la inseguridad, no es un motivo que amerite una celebración durante estas vísperas.
Hoy como siempre, tenemos que recordar la unidad y los actos que nos dieron identidad; sirven para erradicar las problemáticas del momento. La complejidad no significa un desdén del que no podamos levantarnos, por lo que me gustaría preguntarle, estimada o estimado lector, ¿cree que México sería el mismo si nuestros antecesores hubieran omitido su lucha? Para los que buscamos un país mejor, los abrazo en estas fechas.