Juan Carlos Bravo y Karem Montes de Oca
Hacer puentes vehiculares una y otra vez, esperando resolver la movilidad dentro de la ciudad, además de costoso es ineficiente; por donde lo queramos ver. Por ello las grandes ciudades del mundo dejaron de construir nuevos puentes hace décadas, incluso muchas tuvieron la necesidad de derrumbarlos o reconvertirlos en espacios de convivencia social.
¿Has escuchado el fenómeno conocido como “Demanda Inducida”? Éste surge a raíz de gastar más del 80% en infraestructura dedicada al automóvil y menos del 20% para el transporte público, movilidad no motorizada como las bicicletas o espacios como banquetas para los peatones. Al inducir su uso, se crea una idea colectiva de que es mejor trasladarse en automóvil, atrayendo a más personas a comprar un auto o usarlo más frecuentemente, saturando igual o peor la infraestructura vial con tráfico.
Recordemos que el último estudio realizado para la ciudad, indica que sólo el 44% de los viajes diarios se realizan en automóvil. Sin embargo, las consecuencias del congestionamiento vial las padecemos todos. ¿Qué pasaría si parte del 56% que no se traslada hoy en coche, lo empujamos a qué lo haga?
Es fundamental e imperante para nuestra ciudad, a partir de hoy, cortar de tajo éste círculo tortuoso de gastar el recurso público en “soluciones” de corto plazo para el automóvil y empezar a invertir en infraestructura para trasladarnos de manera segura, cómoda, atractiva y sostenible; llámese transporte público, ciclovías confinadas y banquetas dignas.
MT