Javier Esquivel
La frase “El INE no se toca” ha sido la proclama más utilizada en los últimos días por propios y extraños en los medios informativos del país. La oposición ha buscado capitalizar a ultranza la defensa del Instituto a través de este concepto de comunicación, pero también ha sido el pretexto perfecto de algunas y algunos personajes, acostumbrados a no decir nunca nada, para sumarse al flujo político informativo del momento.
El relato defensor de la autonomía del INE es también usado como subterfugio para realizar giras en todos los estados de la República, cuando es bien sabido que el legislador promotor busca ampliar su nivel de conocimiento y aceptación a nivel nacional que encamine su aspiración presidencial.
La defensa del INE es también una de las causas más redituables para las organizaciones de la sociedad civil y algunas empresariales que buscan influir en los asuntos públicos del país. Saben que se podría generar un buen retorno de inversión cuando se apoya a quien tutele la causa y cuando los datos arrojan que la mayoría de la población se siente satisfecha con el trabajo del Instituto para organizar las elecciones y que es quizá una de las instituciones más cercanas al grueso de la gente.
Defender al INE, hoy en un clima polarizado y en la antesala electoral, es para todos los actores sociales y políticos uno de los pocos temas de la agenda nacional que ofrecen la oportunidad para todos y todas de ganar visibilidad.
Capitalizar el humor social y emociones de la gente siempre será redituable para el que se apropie de esas percepciones y de esos sentimientos de ataque o de defensa. El tema es el escenario propicio para mostrar sus afinidades, sus diferencias y hasta para resaltar egos y protagonismos.
Para algunos académicos, analistas e incluso exconsejeros en el olvido, hoy también en el camino del momento para resurgir en la escena pública con sus opiniones sobre la propuesta de reforma.
Para el oficialismo, motivar la discusión de modificar el INE, también es halagüeño y redituable cuando se habla de acabar con los privilegios laborales de las consejeras y los consejeros; de poner freno al protagonismo excesivo de funcionarios electorales; de reducir sueldos y prestaciones, además de terminar la eterización de muchos de sus funcionarios en sus puestos.
Saben que es idóneo el ataque cuando la mayoría de población rechaza y desconfía de la clase política, de sus prerrogativas y de los métodos plurinominales de su elección.
Es del mismo modo viable cuando se utiliza la trama para ganar espacios mediáticos que soporten los anhelos presidenciales del líder del partido en el Senado y de sus aspirantes al Palacio Nacional que hoy son funcionarios públicos.
Es del mismo modo redituable para algunos presidentes de partido que, al hablar sobre el tema que los une y hermana, recuerdan a la población que algunos de sus colegas operan en la opacidad y permutan el voto de sus bancadas o que son dignos de desconfianza y sospecha.
Hablar de la reforma electoral es altamente rentable aun cuando la mayoría de la población desconoce el fondo político de la propuesta.
No todas las personas que hoy repiten “El INE no se toca” y que seguramente participarán en la o las marchas populares, sean quizá las que más comprendan las implicaciones de la nueva propuesta para la composición del Congreso de la Unión o para el financiamiento de los partidos políticos.
Tampoco no serán muchas las personas –quienes hoy viralizan la propaganda de defensa del INE–, las que dediquen el tiempo para buscar, analizar y ponderar las diferencias, ventajas y desventajas de la distribución de los tiempos oficiales para la propaganda partidista que proponen las diferentes fuerzas partidistas o la tutela y administración del padrón electoral o del adelgazamiento de la estructura nacional territorial del INE.
Quizá sí haya un número mayor de defensores del INE que pidan que la selección de consejeros sea por capacidades técnicas y no por índices de popularidad, aun cuando todas estas mismas personas saben que el sistema de cuotas partidistas para ganar un asiento en el Consejo General del Instituto ha sido una constante.
Ante una reforma electoral tan robusta y que implica la reestructuración del Instituto Nacional Electoral, quizá algunos piensen que no hay mucho que explicar, que solo bastará tocar las fibras emocionales de la gente con una frase como “El INE no se toca” y que el resto de la reforma, en caso de aprobarse, alguien la tendrá que explicar.
Hoy, la reforma implica mucho trabajo de difusión para hacerla de conocimiento general como para hacer una defensa masiva razonada como propone la oposición o para darle el apoyo popular que hoy pregonan desde el corazón del zócalo capitalino.
@javoesquivel