Mario Maraboto
Las manifestaciones de protesta, ya sea en marchas o en concentraciones en algún sitio, son formas clásicas y potencialmente poderosas de expresar una opinión pública sobre algún asunto en particular. Son la exhibición pública de la opinión de un grupo, independiente de su número de integrantes.
Por lo regular se trata de formas de expresión para apoyar alguna causa, manifestar preocupación pública (la violencia contra las mujeres, la inseguridad, la paz, etc.), o en contra de alguna situación que afecta o puede afectar a la sociedad o a alguna parte de ella.
Generalmente las manifestaciones son convocadas por uno o varios grupos sociales, invitando a la sociedad a unirse de manera voluntaria. Así lo hicieron los estudiantes en 1968 y en 1971; la ciudadanía en 2011 en la Marcha por la Paz en la Ciudad de México, o las mujeres, cada año, con motivo del Día Internacional de la Mujer en casi todo el mundo.
Se trata de un fenómeno mundial y muy antiguo (se cree que la primera en la historia se dio en el antiguo Egipto en el año 1166 a.C.); ha habido manifestaciones que han trascendido su país y el tiempo y que han producido cambios, por ejemplo: el Boston Tea Party el 16 de diciembre de 1773 (en protesta por los impuestos ingleses al té americano), la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 (que derivó en la Revolución Francesa), la manifestación de Alemania en contra del régimen comunista en 1989 o las manifestaciones contemporáneas de las primavera árabes.
Resaltan también: la manifestación de mujeres en 1917 frente a la Casa Blanca en Estados Unidos, exigiendo el voto femenino; la Marcha de la Sal del 12 de marzo al 6 de abril de 1930 encabezada por Mahatma Gandhi, que fue el precedente para la independencia de la India; La marcha de Washington por los derechos civiles, en 1963 encabezada por Martin Luther King Jr; o las manifestaciones de estudiantes del barrio negro de Soweto, encabezadas por Nelson Mandela en 1976, que dieron lugar al Apartheid.
Y ni qué decir de las frecuentes manifestaciones populares en varios países de América Latina en donde Argentina, Venezuela, Chile y México son de los más activos, en contra de temas económicos, políticos o sociales, casi siempre organizadas por la sociedad civil.
En el mundo han existido manifestaciones populares que han tenido impacto en el logro de sus demandas. La gran marcha del pasado 13 de noviembre en casi todo el país claramente tuvo un fuerte impacto en las aspiraciones presidenciales de modificar claramente a su favor la estructura y funciones del árbitro electoral en México, así como en la egolatría del presidente por la cantidad de personas en todo el territorio nacional que salió a la calle a manifestarse.
La respuesta del presidente, como era de esperarse, fue de desprecio al número de participantes y de agresión al haber impactado en su soberbia. Luego, convocó a una marcha para el próximo domingo que seguramente rebasará la capacidad de la Plaza de la Constitución de la capital del país, aunque no sé si tendrá el mismo efecto en todos los estados de la República.
Diferente a la marcha ciudadana, de asistencia libre y convencida del día 13, con un fin social, la del próximo domingo, en su mayoría, no será de asistencia libre y convencida (a riesgo de perder el empleo o alguna prestación) ni tendrá una causa social; sólo alimentará la soberbia presidencial, pero en nada beneficiará a la mayoría de la población del país.
Las manifestaciones populares libres y por convicción fortalecen las bases de la sociedad civil, y establecen pautas éticas y morales ante un gobierno que se enriquece asaltando los fondos públicos para obras inútiles, mientras la población sufre de atraso, carestía, violencia y discriminación.