Javier Esquivel
Uno de los grandes problemas que enfrentamos en la actualidad es la falta de credibilidad entre unos a otros. Escasez de confianza en lo dicho y desconfianza en las actitudes de los hechos no solo son exclusividad de la clase política nacional, si no se ha extendido en gran parte de la población.
Todo comienza con la falta del cumplimiento a la palabra expresada. No hay quien se haya salvado de ser desilusionado por parte de la persona conocida que ofrece llamarte en 5, 10 minutos o en un rato y nunca lo hace.
Los pequeños detalles son los que cuentan y hacen la diferencia. Cuando estos se acumulan ya no surge la duda: la falta del cumplimiento de promesas menores, pero reiteradas hacen que no se pueda confiar nunca más en una persona.
Poca es la gente que no haya sido timada por un prestador de servicios que no cumple con las fechas estipuladas o por un cliente moroso que ofrece pagar sus adeudos de meses anteriores.
Lastimoso resulta cuando proviene de un aliado estratégico o coyuntural o del amigo o amiga en la que depositaste algún gesto de simpatía en algún momento.
El prometer, ofrecer y no cumplir es la triada dañina que afecta desde el ámbito personal y se extiende a las empresas privadas, las instituciones públicas y a los gobernantes y gobiernos. Es un mal que nos ha minado como sociedad.
La crisis de confianza se aún más cuando la queja es generalizada contra las políticas y políticos mañosos de nuestros tiempos y la habilidad de mentir se traslada a nosotros mismos, como sociedad. Hoy tampoco confiamos ni en nuestros círculos más cercanos de vecindad.
El timar y el engañar con la palabra por salir avante de una conversación inocua es el paso que antecede al defraude, a la estafa y a la degradación de la persona. Si fuese sancionado como tal, tendríamos saturación carcelaria.
Que los líderes de los partidos no cumplan con su palabra o que los dirigentes sociales tiendan a mentir, no deja de ser molesto, aunque no raro, pero que entre nosotros mismos terminemos de desconfiar y de excluir a las amistades por estos actos es decepcionante.
Por ello, en este cierre de año te invito a reflexionar sobre este tema. El cambio como sociedad comienza con uno mismo. Cumple con lo que ofreces, otorga valor a tus palabras. Empecemos con los pequeños, pero significativos detalles.
Siempre será mejor expresar un “no puedo” o reafirmar un “no quiero” a ser juzgado o catalogada como la persona que miente como respira. Recuerda quien promete y no cumple su imagen empobrece. Hay gente pobre, no de riqueza material o económica sino de valores.
@javoesquivel.