Yamile David
El inicio de un nuevo año siempre trae consigo la ilusión, el anhelo y la intención de saldar las deudas con uno mismo; cambios externos e internos que hemos postergado pero que “ahora sí” vamos a hacer en este 2023 ¿los haremos?
He comentado con muchas personas el que no somos consientes del golpazo que fue vivir (y los afortunados, sobrevivir) a una pandemia. Al estrés diario se sumó el instinto de supervivencia (de vida, económica y emocional) en donde sentimos la muerte tan de cerca que no hemos asimilado el impacto que tuvo y tiene en cada uno, vivimos con el cortisol a tope.
Resiliencia, sería la palabra que describe los casi 3 últimos años, pero ¿a qué costo? Muchos pensamos que un golpazo así haría que nos volviéramos mejores, más empáticos, más solidarios, más compasivos, pero no, no fue así.
Veo a mi alrededor mucho más estrés, mucho egoísmo, mucha intolerancia y aumento de violencia. Sí algo tan fuerte no nos hizo despertar para mejorar, ¿qué es lo que necesitamos?
Necesitamos una guía (que en el mejor de los casos deberíamos ser nosotros mismos) pero en estos tiempos de caos y división, necesitamos volver a creer, aferrarnos a la esperanza de un mejor presente y futuro, necesitamos ver buenos ejemplos, líderes con enfoque humanista y colectivo que demuestren que es posible revertir errores y encontrar soluciones de raíz.
Dejar de lado el discurso del populismo y la cercanía falsa, y reconocer el interés genuino de mejorar como humanidad.
Las elecciones del 2024 están más cerca que nunca, 2023 será clave para la selección de perfiles y hoy más que nunca debemos mirar con lupa quiénes son, cuál es su ideología, sus acciones presentes y del pasado, su integridad.
Mientras estemos vivos, existe un infinito campo de posibilidades, y mientras pensemos y actuemos en conciencia, esas posibilidades se volverán realidades que mejoren la vida de todos.
Lo que se permite, se repite. No podemos darnos el lujo de repetir los errores del pasado, de nosotros depende mejorar.