Alejandro Gutiérrez Balboa
Al celebrar el Día Internacional de la Mujer, conviene deslindar una serie de posiciones absurdas y aberrantes, porque en nada han beneficiado a la mujer.
En efecto, el feminismo que tenemos y que se ha apoderado indebidamente de una lucha legítima, corre, de posturas equívocas a extremas. En algunos países de cultura similar al nuestro, como España, una ministra ocupa un cargo en el gobierno para promover la equidad, sólo con el “mérito” de haber sido pareja de un político extremista, no por su talento ni capacidad. Pero contamina el ambiente cultural en una pelea mítica contra el “patriarcado opresor” y promoviendo posturas irracionales, auspiciando que niños y menores puedan cambiar de sexo o mantener relaciones sexuales pervertidas, aún sin el consentimiento de sus padres.
En Canadá un desequilibrado de 60 años lleva años percibiéndose como una niña, y en lugar de recluirlo en un hospital psiquiátrico, se ha vuelto referente de la transexualidad. Los abusos de este tipo de personas crecen sin límite.
La paridad no es algo que promueva per se la justicia. Y el mejor caso lo tenemos en nuestro país. Incontables pretendidas feministas ocupan cargos de gobierno porque obedecen acríticamente a un líder machista y misógino que exige 95% de fidelidad y 5% de capacidad. Ésta última puede incluso ser inexistente. La paridad si no está acompañada de competencia se vuelve contraproducente.
Hace falta un feminismo, sin duda alguna. Pero no el que ideologiza la legítima lucha de las mujeres acusando de todo al “patriarcado”. Nunca el que se apoderó de una lucha válida y necesaria para auspiciar desde la lucha de clases… que irremisiblemente se vuelve en contra de las mujeres.
Hace falta un feminismo que promueva salarios iguales para trabajo igual, que destaque y privilegie la capacidad por encima de los sexos, que se solidarice con el trabajo que indebidamente ha sido exclusivo de las mujeres, que acompañe la indefensión de la mujer ante los abusos de hombres machistas; que incluya al varón en labores domésticas, educativas de hijos, de atención a enfermos y que resulte en un acompañamiento real y solidario para con la mujer.
Hace falta un feminismo que tenga precisamente como centro a la mujer, su promoción y proyección, ya que el prevaleciente la dejó de lado, se olvidó de ella; porque se ha afanado en promover metas contrarias a sus intereses, a su realidad, a su plenitud genuina. Y porque es una ideología manipulada por hombres.