Yamile David
El sentir de la sociedad en las últimas décadas se ha caracterizado por el hartazgo, indignación, impotencia, y rabia hacia los gobernantes. La mala percepción hacia los partidos políticos – que lejos de solucionar y mirar a la sociedad – se enfrascan en peleas de poder internas, queriendo mantener a costa de todo el poder por el poder, perdiendo de vista el objetivo principal: servir a la sociedad.
Pero también la sociedad poco abona con su apatía, eligiendo sin criterio e información a quienes nos gobiernan. Por un lado, abanderando quejas en vez de causas y al parecer, solo se manifiesta cuando está en peligro sus privilegios, pues pocos se preocupan por el bien común, y, por otro lado, están quienes nunca han tenido voz, quienes su situación de vida poco ha mejorado; carencias económicas, educativas, de justicia, pidiendo a gritos que alguien los mire, los escuche.
Es así como surgen “líderes” con discursos “incluyentes”, con guiones que prometen igualdad, justicia, terminar con la corrupción que tanto nos daña y nos indigna. Y en ese grito desesperado de un cambio, el populismo ha ido tomando fuerza, aunque al final, las cosas no mejoran, y en vez de fortalecer la democracia y el desarrollo, se fomenta la dependencia hacia el gobierno, hacia el asistencialismo.
“El ascenso de los líderes populistas ajenos a la clase política no es solo un signo infalible de un sistema de partidos aquejado por graves problemas de credibilidad, sino también un poderoso acelerador del proceso. A estas alturas, en muchas democracias de la región, los sistemas de partidos prácticamente se han erosionado”. Kevin Casas-Zamora, Secretario General del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.
Perú, Brasil, El Salvador, son ejemplos claros y por supuesto, México. Aunque cada caso es muy distinto, el común denominador es el líder mesiánico que repite el mismo discurso, el que sí le da voz a quienes por décadas han permanecido relegados.
Y por supuesto que existen deudas históricas con las poblaciones menos favorecidas y es imperante dirigir los esfuerzos para su bienestar y desarrollo, pero no a consta de discursos y subsidios, del desmantelamiento de instituciones.
Ha costado mucho llegar a una democracia, misma que hoy se debilita cada vez más y que no podemos permitir que suceda, como tampoco podemos permitir seguir teniendo malos gobiernos y mucho menos ser ciudadanos pasivos.
Es urgente salir de este círculo vicioso. Incentivar el fortalecimiento de las instituciones, demandar mejores gobiernos, mejores partidos políticos. Dividir los poderes, renovar la visión actual de un mundo plural e incluyente.
Nos han hecho despertar, es momento de reconstruir en corresponsabilidad.