Yamile David
El pasado mes de marzo, Bill Gates anunció “el inicio de la era de la inteligencia artificial” resaltando su potencial transformador.
¿Qué sabemos al respecto? Sin duda los avances en la tecnología han impulsado innumerables mejoras en muchos aspectos, pero también han afectado en gran medida la privacidad, han hecho vulnerable la seguridad y nos están afectando la salud mental y el aspecto emocional.
Mucho se ha discutido del impacto negativo de las redes sociales, causando mayores estragos en los adolescentes (el índice de suicidios está aumentando de manera alarmante). Sobre la inteligencia artificial, se visualizan grandes cambios, y también potenciales riesgos.
Chatbot, ChatGPT son herramientas de IA que cada vez más personas están utilizando. Agilizan el procesamiento y búsqueda de información, redacción. Pero ¿podemos confiar 100% en ellas? Diría que no.
Por más inteligente que pueda ser una máquina, ha sido creada por el hombre. Nada puede sustituir el criterio, la experiencia y la “intuición” para la toma de decisiones.
Sam Altman, responsable del sistema ChatGPT, ha insistido sobre la necesidad de regular la inteligencia artificial. A finales de marzo, emitió un comunicado advirtiendo que podría llevar a la extinción de la humanidad: “Mitigar el riesgo de extinción a manos de la IA debería ser una prioridad mundial, junto con otros peligros a escala social, como las pandemias y la guerra nuclear”.
De igual manera, Geoffrey Hinton, pionero en la investigación de redes neuronales y aprendizaje profundo, conocido como “el padrino de la inteligencia artificial” advirtió sobre el riesgo de que la IA caiga en manos de “malos actores”.
A corto plazo, advierte de tres peligros: la creación de contenido digital cuya veracidad será imposible de comprobar para el “usuario promedio”, el reemplazo de trabajadores en una amplia gama de oficios y que los sistemas de IA se conviertan un día en armas autónomas, especies de “robots asesinos”.
El avance de la tecnología nos obliga a trabajar en leyes que regulen y limiten su uso para evitar malas consecuencias. El pasado mes de mayo, durante el G7 en Japón, se creó un grupo de trabajo sobre IA para ello.
Aún hay mucho por descubrir, y aunque por supuesto soy partidaria de los avances en la tecnología, lo soy aún más de fomentar prácticas que nos ayuden a crecer como seres humanos, a desarrollar habilidades, vínculos y conexiones que impulsen mejoras en lo colectivo.
Y tú ¿qué opinas?