Alejandro Gutiérrez Balboa
Los gobernantes populistas son tramposos, mentirosos, corruptos e ilegales. No importa si son de derecha o de izquierda; su discurso es demagogo: buenos contra malos, blanco y negro, conjuras por doquier que pretenden derribar sus supuestos logros. Pero, sobre todo, sus atentados contra el orden legal y el poder judicial.
Donald Trump se encuentra en plena campaña para regresar a la presidencia y sus oportunidades son muchas. Su discurso es abiertamente mentiroso: terminaría la guerra ruso-ucraniana en 24 horas. Pero, lo más importante es que desea ardientemente volver al poder para desactivar la larga cadena de juicios que se le vienen encima por retener indebidamente documentos de seguridad nacional y auspiciar un golpe de mano con la toma del Capitolio en enero de 2021, al perder la elección.
Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, acaba de promover la aprobación por el parlamento de su país de una polémica ley que limita las facultades del poder judicial. Netanyahu, también, ha sido acusado de corrupción y tendría que haberse presentado a declarar en poco tiempo; con la ley en cuestión, podrá eludir la acción de la justicia. No sólo él: sus apoyadores también recibirán beneficios en términos de poder afianzar su poder e influencia en territorios disputados o bien poder eludir el servicio militar.
De lo que se trata es de evadir sus propias responsabilidades ante la ley, de afianzar un ilegal poder ejecutivo por encima del judicial, de eludir la rendición de cuentas y el equilibrio de poderes. Todo, para consolidar un gobierno corrupto, demagogo y que no responde a los intereses reales de un país, sino a los de una facción que se ha hecho con el poder.
En nuestro caso, tenemos un ejecutivo que paga porros para hostigar a la dirigencia del poder judicial, a unos beneficiarios del poder que atentan contra el órgano electoral y hasta se dan el lujo de regañar a los que deben hacer cumplir la ley, en este caso la electoral. Todo, para servir a un gobierno corrupto como el que más.
Los responsables de estos ilegales procedimientos tienen demasiadas cosas en común, sin importar si son de derechas o de izquierda. Están recortados por las mismas tijeras y sus propósitos son demasiado evidentes: pasar por encima de la legalidad para permanecer en el poder, eliminando toda clase de oposición y atacando un día sí y otro también a quien los denuncia y enfrenta. Son tóxicos.