Raúl D. Lorea
Platicando con un amigo del movimiento “banquetas primero”, coincidimos en la visión de que nuestra ciudad requiere una intervención mayor para garantizar un espacio público adecuado para peatones y ciclistas.
Lo anterior en función de una iniciativa fuerte que se está impulsando desde la ciudadanía organizada, donde se promueve destinar un alto porcentaje del presupuesto de obra pública a obras peatonales.
La realidad es que, ni aunque le dedicaran el 100% se resolvería la gran necesidad peatonal de nuestra ciudad, y por ello es muy importante que se institucionalice la mejora continua de banquetas con la calidad que requiere nuestra ciudad.
Pero la pregunta salta al aire: ¿por qué no hacen banquetas?
La respuesta, en mi experiencia dentro de la administración pública, puede tener varias aristas, pero una de las más fuertes, considero, va orientada a que los peatones estamos acostumbrados a caminar por donde nos plazca, y, bajo esa premisa, generalmente lo hacemos a prisa, por el ritmo de vida que hoy exige la modernidad, sin embargo, pocas veces nos detenemos a observar el entorno por el que nos desplazamos y todavía menos veces dedicamos un tiempo a reportarlo con las autoridades, porque nos es más fácil “esquivar” los obstáculos que logar una respuesta efectiva de la autoridad.
Desde la perspectiva de quien tiene automóvil, el propietario ve afectada su economía con los deterioros que podría tener su vehículo por las vialidades en mal estado, y como las refacciones no son económicas, hay más presión hacia la autoridad de parte de quien conduce que de quien camina.
¿Qué opina usted, amable lector(a)?