Mario Maraboto
Uno de los argumentos que llevaron a AMLO a la presidencia fue el del combate a la corrupción: “tenemos la fórmula: acabar con la corrupción…”, “Se acabará con la corrupción y la violencia”, “lo único que queremos es acabar con la corrupción”, se escuchaba en sus spots de campaña. Esa fue la esperanza que despertó en 30 millones de votantes luego del gobierno anterior.
En su penúltimo informe del viernes pasado, la palabra corrupción fue una de las más repetidas, sólo superada por “salud” y “Pueblo”. No obstante, la realidad muestra algo distinto a lo que dijo en su “informe”.
Dijo: “La clave está en no permitir la corrupción (…) Nada había dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes.” La realidad no es en pretérito; se percibe que la corrupción se ha incrementado alimentada por las mentiras, y que gobernantes de su partido son los que más han dado muestras de deshonestidad y corrupción (Veracruz, Campeche, Guerrero, por mencionar sólo tres).
Más adelante expresó: “Evitar la corrupción y no derrochar el presupuesto nos ha permitido ahorrar…” La realidad es que no se ha evitado la corrupción, especialmente entre sus más allegados y familia, con, por ejemplo, el “orgullo de su nepotismo” -como dijera López Portillo- luego de la casa de Houston y el cumpleaños de su hija. Parece que con los ahorros se han pagado los sobre costos de sus obras insignia, que está por verse si son para bien social.
Luego dijo: “voy a proponer una iniciativa de reforma constitucional para limpiar al Poder Judicial de complicidades, conflictos de interés, convivencias inconfesables, corrupción y derroche de recursos.” Al parecer las únicas complicidades en el Poder Judicial son las de dos o tres ministros (as) afines a él, como aquella que se recuerda por el plagio de sus tesis profesionales y ser esposa de uno de los constructores favoritos de AMLO, en claro conflicto de interés.
Al tocar el tema de salud, AMLO dijo “Nos dejaron en el suelo todo el tema de salud (…) había mucha corrupción, sobre todo en la compra de medicamentos.” La realidad es que recibió un sector que funcionaba, podía mejorarse, y que nunca evidenció la corrupción de entonces pero sí generó un severo desabasto de medicamentos. Luego agregó: “con la pandemia tuvimos que dedicar todo el sector Salud”, pero no supo gestionar humana y profesionalmente la pandemia, quedaron dudas respecto a la compra de vacunas en donde presumiblemente hubo corrupción, y México fue de los países que peor manejaron la pandemia.
Refirió que “La política de cero corrupción y de austeridad republicana nos ha permitido realizar muchas obras sin recurrir a deuda”. Lo único que no aclara son los (sobre)costos reales y la asignación de contratos, todo lo cual es reservado por “seguridad nacional”, lo cual despierta suspicacias de corrupción.
Habló de la desigualdad como producto de la corrupción y de la explotación a los trabajadores por parte del dueño de los medios de producción, pero ocultó que, como depositario del poder máximo, explota políticamente a los más pobres a quienes sólo ve como “estrategia política”.
Finalizó: “La corrupción no es una pandemia, es una peste y se necesita acabarla, desterrarla…” (totalmente de acuerdo) y remató con una con una falsa aseveración: “Eso es lo que estamos demostrando.”