Mario Maraboto
Tres días después del impacto producido por el huracán Otis en Acapulco, en un nuevo arranque de insensibilidad que convirtió a seres humanos en simples números, AMLO expresó en su stand up mañanero que “no nos fue tan mal porque cuando entró el huracán Katrina, fueron dos mil muertos”.
Lamentable (como ha sido su sexenio) la expresión del presidente quien, a pesar de sus diferentes muestras de indiferencia hacia los que menos tienen y más necesitan, se ha auto calificado como un humanista y hasta, muy a la ligera en su cuarto informe, definió a su modelo de gobierno como “humanismo mexicano”, contrario al concepto que define al humanismo como un pensamiento antropocéntrico, que coloca al humano como eje de preocupaciones, motivaciones y deseos.
Inclusive en diferentes ocasiones, algunos de sus seguidores se han referido a él como “el presidente más humanista que ha tenido México” en los últimos tiempos y como el único que realmente se ha preocupado y ha gobernado en favor de todos los mexicanos.
Según sus definiciones personales, el “humanismo mexicano” se basa en la idea de que “nada humano nos es ajeno” y su esencia se reduce a su utópica frase “por el bien de todos, primero los pobres”, esos mismos de los que en enero de este año dijo “ya saben que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos (… ) es un asunto de estrategia política”, no de humanismo, agrego yo.
Un gobierno humanista verdaderamente sirve con dignidad y honestidad, es responsable del manejo de las finanzas públicas, se compromete con las libertades y el respeto a los derechos humanos, centra su atención, precisamente, en priorizar la dignidad del ser humano y en promover principios y valores fundamentales.
¿Es humanista un presidente que selecciona discriminatoriamente a los municipios que deben recibir ayuda por los daños producidos por el huracán?
¿Es humanista un presidente que promueve a puestos importantes a individuos que tienen demandas de acoso sexual sin escuchar la voz de las mujeres?
¿Es humanista un presidente que insulta a hombres y mujeres que no actúan conforme a sus deseos, como lo ha hecho con la presidenta y varios ministros de la Suprema Corte de Justicia?
¿Es humanista un presidente que elimina las estancias infantiles en donde las madres trabajadoras podían asegurar el cuidado y alimentación de sus hijos
¿Es humanista un presidente que cancela las escuelas de tiempo completo en donde se proporcionaba a niños pobres comida balanceada y nutritiva, mientras sus padres y sus madres trabajan?
¿Es humanista un presidente que deja a niños con cáncer sin los medicamentos que requieren para seguir luchando por su vida, y que actuó negligentemente ante la pandemia generando un exceso de muertes?
Este humanista espurio no busca generar un bienestar común; no promueve con el ejemplo (de palabra le sobra) valores como inclusión, diversidad y equidad, ni busca el bienestar de las personas o cambios significativos y sostenibles en nuestra sociedad.
Lamentablemente este modelo podría prolongarse durante otros seis años si llega a sustituirlo su marioneta, quien también se autodenomina humanista y asegura que “Con el Humanismo Mexicano (…) se construye prosperidad y apoyo a los que menos tienen (…) por ello hablamos de continuar el modelo…”