Mario Maraboto
En México estamos presenciando cambios en la forma de hacer política que ha llevado inclusive a cometer violaciones a las leyes. Producto de esos cambios, por primera vez en la historia del país competirán por la Presidencia de la República dos mujeres (el otro candidato sólo es un distractor) cuya mayor coincidencia es que son ingenieras en diferentes ramas: una tiene licenciatura en Física, un doctorado en Ingeniería Ambiental y una maestría en Ingeniería de la Energía; la otra es ingeniera en Computación y empresaria en proyectos de alta tecnología e infraestructuras inteligentes.
Por su formación, es posible que ambas hagan uso de la IA en sus respectivas campañas. De las dos, una, por su carrera, seguro entiende mejor el tema de la inteligencia artificial y es consciente del impacto de su empleo. La otra seguramente estará atenta y ejecutando las recomendaciones y sugerencias de sus asesores y su jefe de campaña desde Palacio Nacional.
No serían las primeras candidatas que lo hicieran. En 2016, en la campaña presidencial de Donald Trump, la inteligencia artificial fue esencial para la elaboración de mensajes y estudios sociológicos; en India, la tecnología conocida como deepfake (videos falsos) se ha utilizado contra mujeres políticas y periodistas, colocando sus imágenes en videos pornográficos, y durante este año en varios países ya se han desarrollado contenidos con IA para ser utilizados por candidatos y partidos políticos, lo mismo en campañas que en apariciones públicas.
Dicen los especialistas que, en Estados Unidos, ante la proximidad de las elecciones presidenciales, los partidos políticos ya están empleando la IA para simplificar labores e identificar mejor y más rápido a donantes y votantes, y descubrir patrones de comportamiento que puedan ser explotados para impulsar donaciones y apoyos. Y es que gracias a la IA ya es posible incidir en la intención de voto, fomentar la participación electoral para vencer el abstencionismo y, al mismo tiempo, quitar votos (sin marrullerías o violencia) a otros partidos y candidatos, así como facilitar la detección de modelos de comportamiento que impliquen manipulación o corrupción a través de la desinformación y la generación de noticias falsas en el mundo digital.
Es innegable que la IA puede analizar muchos más datos que las encuestas de opinión y que puede rastrear mejor el impulso detrás de un candidato basándose en un análisis de todo, desde las conversaciones en las redes sociales hasta comentarios editoriales, además de analizar las cuentas falsas de opinión para ponderar sus efectos y tomar mejores decisiones estratégicas de campaña. Parece que los algoritmos y los modelos predictivos que estudian los hábitos de las personas son factor en los procesos electorales
Cabe preguntarse: las candidatas ¿se apoyarán en la inteligencia artificial para planear y llevar adelante su campaña? Su empleo por parte de la que más sabe de computación y ha desarrollado instalaciones inteligentes le podría ayudar a crecer su campaña y rebasar por mucho a la que olvidó su doctorado en ingeniería ambiental. ¿Estarían dispuestas a caer en el uso de la tecnología deepfake para desprestigiar a su oponente para ganar la elección?
Los expertos en inteligencia artificial tendrán un papel crucial en estas campañas, pero las decisiones siempre serán tomadas por los electores.