Nuestras ciudades no han estado hechas pensando en las personas que las habitan. Sino que han sido organizadas, diseñadas y dimensionadas en función de la producción y un único medio de movilidad, el vehículo individual. Como resultado vivimos territorios dispersos, de baja densidad, insostenibles en todos los aspectos.
Las ciudades así construidas no reconocen la complejidad y variedad de las vidas cotidianas. Estas tareas cotidianas o de los cuidados o trabajos de reproducción han sido asignado a las mujeres como rol de género, siendo invisible desde las esferas de tomas de decisión y de pensamiento urbano.
El rol de género femenino y su uso de la ciudad es diferente al que realiza el rol considerado neutral y abstracto y universal, que no ha sido otro que el rol de género masculino.
Por lo tanto, para lograr ciudades igualitarias y justas tenemos que, partiendo del reconocimiento de las diversidades, organizar ciudades de distancias cortas y con movilidades sostenibles. Las ciudades de las distancias cortas son la de la diversidad de espacios, funciones, oportunidades y gentes que se complementa con oferta de movilidad sostenible para las tareas o funciones que requieran cierta concentración territorial y, por lo tanto, desplazamientos. Las distancias cortas y la movilidad sostenible hacen posible la equidad y la igualdad en el acceso a oportunidades y el derecho a la ciudad.
MT