Al desconocer la historia, podríamos asumir que las naciones, al alcanzar niveles aceptables de orden, democracia, prosperidad y Estado de derecho (normalmente logrados a base de sangre, sudor y lágrimas), dicho estatus permanecerá para siempre con pocas posibilidades para el retroceso, tal vez porque el grado de conciencia colectiva así alcanzado no lo permitiría.
La historia de las sociedades humanas está repleta de ejemplos de lo contrario, de caídas estrepitosas después de décadas o siglos de gloria y estabilidad aparentemente indestructibles. Como comentamos la semana pasada, América se encuentra, en amplias zonas, en medio de procesos de retroceso democrático y/o de virajes autoritarios, que a la postre terminan representando amenazas para la paz y el Estado de derecho.
Hace pocos días, la Suprema Corte de los Estados Unidos unánimemente avaló el derecho de Donald Trump de aparecer en las boletas electorales a pesar de las carretadas de juicios y acusaciones en su contra, unas perdidas y otras en proceso; esto, si es que resulta victorioso en las internas de su partido, en donde sigue sin surgir un contrincante medianamente popular que le ofrezca alguna competencia.
Las posibilidades de su regreso a la Casa Blanca son muy altas, confirmadas por una encuesta reciente publicada por el New York Times, que le da un amplia ventaja al energúmeno naranja y una cómoda victoria si las elecciones se efectuaran hoy, dejando en claro y con todas sus letras que EUA tendría como presidente a un delincuente, sin que al electorado que lo apoya le quite el sueño en lo más mínimo. Esta tolerancia e indiferencia normalizantes de una situación a todas luces inaceptable es la que abre la puerta al autoritarismo y al despotismo electoralmente “autorizado”, a aquellos que enarbolan la división y la confrontación para llegar y permanecer.
Este año, los estadounidenses, al igual que los mexicanos, estarán a prueba y mostrarán su vocación y preferencia por la legalidad y el orden o la confrontación, el desorden y la continuación de la degradación moral. Tal vez no haya sorpresas.
Airbnb
La primera vez que escuché hablar de ‘airbnb’, honestamente no entendí nada y pensé que se trataba de una agencia de viajes o algún tipo de línea aérea. Hoy ya entendí que es una famosa modalidad para hospedarse en cualquier lugar a donde vayas. Según la historia del nacimiento de este concepto, fue en el año 2007 en San Francisco, cuando dos de sus fundadores recibieron a tres huéspedes desconocidos en su departamento (se ve que nunca han vivido en Iztapalapa), cobrando una módica cantidad por un ‘airbed & breakfast’, que en términos gringos es un colchón de aire o ‘sleeping bag’, con un desayuno americano (pan tostado con mantequilla y café, ese sí como en Iztapalapa). Este concepto era bastante novedoso y folclórico para aquellos que gustaban de viajar con mochila al hombro y tres pesos en la bolsa, pero con un sentido aventurero muy amplio.
En Europa siempre existieron los hostales, que son un concepto muy similar, pero este modelito del ‘airbnb’ cundió y se fue transformando en todo el mundo hasta convertirse en un estándar para hospedarse. Esto ha llevado a muchas personas a comprar departamentos o casas pequeñas para convertirlos en este tipo de negocio para publicitarlo en esta tan solicitada plataforma de alcance internacional. Obvio, esto no ha sido nada grato para las cadenas hoteleras o hoteles ‘boutique’, los cuales cuentan con toda una infraestructura para dar un servicio de calidad.
A título personal, soy partidaria de hospedarme en hoteles de prestigio reconocido, ya que soy muy ‘piquis’, muy comodina y nada aventurera a la hora de viajar, pero reconozco y de buena fuente sé que en Europa y Estados Unidos estos ‘airbnb’ han alcanzado una calidad bastante aceptable, no a nivel de hotel, claro, pero recomendable.
Pero en nuestro país la gran mayoría de estos inexpertos emprendedores consideran que cuatro paredes, con un baño, una camita, una sábana, una parrilla, un sartén cutre, tres cucharas, dos tenedores, un cuchillo, ni una toalla, un rollo de papel de baño y no amenidades, son suficientes para armarla. Mi familia experimentó recientemente un ‘airbnb’ queretano, en el cual, al intentar dormir, se encontraron una araña dentro de la sábanas, pasaron un terrible frío en la noche y tuvieron que bañarse calentando cuatro vasos de agua por persona en el horno de microondas porque el tanque de gas estaba vacío, para ‘disfrutar’ de un baño vaquero en una regadera con la coladera tapada, pero eso sí, la puerta tenía chapa con contraseña.
Encima de lo anterior, y confirmado por reportes de las corporaciones policiacas, esta práctica representa un riesgo para los vecinos al rentar dichos inmuebles a personas a las que no se les realiza una mínima investigación. Documentados están los casos de robo a casa habitación dentro de condominios en los que los ladrones conocían con precisión los movimientos y horarios de las víctimas, porque tuvieron acceso a esta información simplemente al permanecer en el condominio solo unos pocos días, lo que ha llevado a algunos condominios a modificar su reglamento interno para prohibir esta práctica.
La regulación a nivel estatal o municipal de esta práctica de negocios no se ve cerca, ya que la ley permite a los propietarios de los inmuebles destinarlos al arrendamiento, por lo que negar este derecho a rentarlos aunque sea por solo unos pocos días, no se ve factible por el momento. Corresponde, por ahora, a cada condominio permitirlo o evitarlo dentro de su circunscripción en aras de la seguridad en su comunidad.
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